Web Toolbar by Wibiya Caso García Belsunce: Declaración testimonial de Carlos Carrascosa

martes, 21 de enero de 2003

Declaración testimonial de Carlos Carrascosa


CARLOS CARRASCOSA

“QUIERO QUE ENCUENTREN AL ASESINO, LO NECESITO”
“Quiero comentar que estoy totalmente mortificado por la situación en que me encuentro, porque de querer ser querellante hoy me encuentro imputado por encubrimiento en el homicidio de mi señora, que es el 50% de mi vida. No tengo padres, no tengo hijos, hace un año murió mi hermano; sólo me queda una hermana, que vive en Corrientes, y que seguramente será adonde vaya el día que termine esta investigación, que no sé cómo puedo seguir soportando. Además, quiero instar a la fiscalía en buscar al asesino, se lo pido de corazón. Es la única forma de aliviarme algo, a mi mujer ya nada me la devuelve. Espero que lo hagan con toda la fuerza, mi mujer y yo siempre creímos en las instituciones, una vez más esperamos que así sea.

-¿Qué hizo el 27 de octubre desde que se levantó?
-Fuimos a almorzar a lo de Binello, como todos los domingos.

-¿El día empezó con el almuerzo?
-No, si hubo carreras de autos seguramente me quedé mirándola y mi mujer fue a misa de 12 a 13. Almorzamos con los Binello, algún hijo, Bártoli. Creo que no había nadie más. Después de almorzar volvimos a casa. Mi mujer se cambió para jugar al tenis; yo me quedé un rato más y fui a lo de Bártoli a ver el partido de River y Boca. Estuve mirando el partido con Diego Piazza, su novia, los chicos de Bártoli y Sergio Binello. Además estaba Irene y una persona de servicio. En algún momento durante el partido empezó a llover, y vienen mi mujer y Viviana Binello, que dejaron de jugar al tenis. Binello y su mujer se retiran antes de que termine el partido, mi mujer se queda hasta el final. Ahí, como llovía, Bártoli le ofrece al chico Piazza y a mi mujer llevarlos a casa, pero mi mujer va en bicicleta, no acepta que la lleven. Me pide la campera, que la tenía en el auto. Bártoli vuelve de llevarlos porque viven a 150 metros. Nos quedamos viendo el partido que seguía con Guillermo, que era el de Independiente. Me quedé hasta un rato después del gol de Independiente, 10 minutos después del gol, serían casi las 19. Ahí me retiré y fui para mi casa, pasando por lo de Taylor porque quería ver cómo le había ido al hijo en un torneo de golf. No había ningún auto en la casa de Taylor, así que seguí hasta mi casa. Cuando llego, veo al guardia que estaba tocando el timbre. Me pregunta si le doy autorización a la masajista para entrar, le digo que sí. Entro, la puerta estaba abierta, veo que la perra está en el lavadero, subo por la escalera, grito: “Negra”. No me contesta. Al llegar al hall, veo en el dormitorio los vidrios empañados. Miro hacia el baño y la puerta estaba abierta; había una mancha de sangre al lado del inodoro. Entro corriendo cuando veo eso, miro hacia la izquierda, hacia la bañera, veo a mi mujer boca abajo junto a los grifos, la bañera casi llena; corrí hacia ella, la tomé de los brazos, la levanté y la saqué hacia la puerta del baño, quedando una mitad adentro y la otra mitad sobre la alfombra del dormitorio. Voy a la antesala, abro la ventana y le grito a la masajista, que ya había llegado: “Betty, suba rápido, María Marta tuvo un accidente”. Subió la masajista y le empezó a hacer respiración. Llamé a Bártoli instintivamente, me atendió Irene. Le dije: “Tu hermana tuvo un accidente. Vení”. Inmediatamente llamé a OSDE. Llega Bártoli y junto con la masajista se ponen a hacerle respiración. Llamé a la guardia, para avisarle que no bien llegara la ambulancia le pusieran un móvil, porque llegar a casa no es fácil. Ya no me acuerdo si en ese momento o un poquito después llegó Irene, fue a buscar algún médico. Al único que encontró fue a Diego Piazza, que es estudiante de medicina. Llega la primera ambulancia, suben, sacan suero, ampollas, y me piden que baje, seguramente deben haber visto que mi estado no era como para que me quedara allí. Se quedan con la masajista y Diego. Al rato llega la segunda ambulancia, algo escuché que la ambulancia de la primera decía que si tiene oxígeno, que pase. Conmigo ya estaban Binello, la mujer, Irene, Bártoli. Al cabo de un rato baja un médico y me dice que le habían hecho veinte minutos de respiración, algo de RCP, de reavivación –no sé cómo se llama– y que la señora había fallecido. Me abracé con Bibi, que era la que tenía al lado. El médico me dijo que dejara el cuerpo como estaba, que la funeraria se iba a encargar. Hablamos del certificado de defunción, él me dijo o yo le pregunté, y finalmente me dijo que la funeraria se encargaría. Me dio el pésame, ordenó limpiar, me dijo que esperara un rato para no ver todos los elementos que había tirado en la reanimación y se fue. De limpiar, calculo, se encargaron la masajista y alguno de los médicos. Después subí con Pichi Taylor, estuvimos un rato largo al lado de María Marta. Imaginé cómo había sido el accidente, no podía entender lo que me pasaba, cómo en una forma tan estúpida se me podía haber ido. Después bajé. Me encontré con Guillermo Bártoli, él se ofreció a hacerme los trámites, porque yo le había hecho los trámites de su padre cuando falleció. Le dije que sí. Le di la indicación de que fuera austero y que fuera lo más tarde posible, porque quería que llegaran mis parientes de Corrientes. Empezaron a llegar mis amigos, la madre, el padrastro, vieron el cuadro: María Marta en el piso. Después llegó la hermana, Yayo. Ahí vivimos escenas terroríficas porque nadie podía creer que una persona como María Marta hubiera muerto de una manera tan tonta. Después llegaron Horacio y su mujer. Horacio subió directamente. El padre, creo, llegó antes que Horacio y no sabía nada, pero en el abrazo que le di se dio cuenta de todo. Yo no podía creer lo que me pasaba, y así estuve, sumergido en mi dolor y compartiéndolo con los demás. Más tarde llegó John. En un momento dado me busca y me dice: “Vení que quiero que veas una cosa”. Subo, me hace entrar en el baño y me muestra algo, un fierrito, y me dice: “¿Vos sabés qué es esto?” Yo realmente, no tenía la menor idea y le dije: “Mirá, acá hubo tanto despliegue de cosas de los médicos que debe haber sido algo de eso”, y no le di tanta importancia. Dijeron: “¿Qué hacemos? ¿Lo tiramos?” Y lo tiraron. Me fui, y volví a juntarme con todo el mundo. Otra cosa que me olvidé: en algún momento llegaron de la funeraria, subieron con Marialita porque dijeron que el cajón por la escalera no bajaba. Antes de eso, a María Marta la habían puesto en la cama, supuestamente porque la funeraria había permitido moverla. Estuve ahí en el velatorio con ella, con los parientes. Fui hasta lo de Taylor, me di una ducha porque sabía que el entierro era a las 4 o las 5 de la tarde, porque mis amigos me aconsejaron que me tirara un ratito, porque no iba a aguantar hasta el final. Serían las 2 o las 4 de la mañana. Vuelvo a casa y me tiro al lado de mi mujer en la cama hasta las 9 o las 10 de la mañana. Estuve a su lado toda la madrugada. Después llegó mi hermana, que vino en el auto, con todos mis sobrinos. Ahí fue otro momento horrendo, y compartí con ellos toda la mañana estando con mi mujer. Se hizo la tarde, llegó la funeraria para ponerla en el cajón. Me despedí de ella con un beso en la frente, bajé porque iban a hacer un responso, estuve un buen rato, casi una hora, todos sentados y el cura esperando a que bajaran el cuerpo. Enseguida después del responso la pusieron en el coche para ir a la Recoleta. La instrucción que le di a Bártoli de la funeraria era que esperara a Horacio padre, a ver dónde la querían enterrar, porque tenían bóveda en la Recoleta, y efectivamente la quisieron enterrar ahí. Después de la Recoleta volvimos a lo de Taylor con una amiga de María Marta de Bariloche. Por ella también fue que pedí que se enterrara tarde, porque no sabía a qué hora podía volar. Yo fui hasta casa con Taylor Michael a buscar ropa. Volví y fui a una casa donde estaba mi hermana, que había venido de Corrientes. Estuve con ellos hasta la tarde. Me fui a dormir a lo de Taylor esa noche.

-¿Qué pasó el 29 de octubre cuando fue a llevar a la perra Paca; con quién?
-Fui a casa, busqué la perra, de ahí fui a Buenos Aires, a buscar a Inés Ongay, para llevar junto con ella la perra a Lobos. Volví a Buenos Aires y dejé a Inés en su casa.

-¿Mantuvieron alguna conversación en especial con Inés?
-De nuestras vidas, de recuerdos. Nada que no fuera una charla entre amigos.

-¿Inés preguntó sobre la muerte de María Marta?
-Le dije que había sido un accidente.

-Cuando llegó a la casa de Bártoli para ver el partido de fútbol, ¿Irene ya estaba en la casa?
-Sí, me parece que sí. No se sentía muy bien, según me dijo Guillermo.

-Cuando Bártoli llevó a Piazza a su casa, ¿usted con quién se quedó?
-Solo. En el living, creo que estaban los chicos.

-¿Había alguien más en la casa?
-La persona de servicio, Irene y los chicos.

-¿Qué estaba haciendo el vigilador cuando llegó a su casa?
-Estaba junto al timbre.

-¿Quién dijo que había que llamar a Bártoli?
-La masajista.

-¿Sabía que María Marta era donante de órganos?
-Sí.

-Cuando llegó a la planta alta, ¿recuerda si las canillas estaban abiertas?
-No sé, yo no las cerré. Lo único que hice fue sacar el cuerpo.

-Cuando sacó el cuerpo de María Marta, ¿se manchó con sangre?
-Sí, agua, sangre.

-Cuando Bártoli regresó de llevar a Piazza, ¿le comentó que se había cruzado con María Marta?
-Salieron juntos, uno en la camioneta y otro en el auto. Uno son 157 metros y otro 400; no se pudieron haber cruzado porque fueron para el mismo lado.

-Mientras permaneció solo en lo de Bártoli viendo el partido, ¿sabe qué hizo Irene?
-No.

-¿Las ventanas del baño estaban abiertas o cerradas?
-Cerradas.

-¿Era normal que la puerta de entrada estuviera sin llave?
-Sí, cuando había alguien en la casa.

-¿Era habitual que María Marta se diera baños de inmersión?
-Sí.

-¿Antes de la sesión de masajes?
-Sí, porque venía de jugar al tenis.

-¿María Marta tardaba mucho en bañarse?
-Sí, porque hacía relax.

-¿Recuerda cómo estaban las luces del baño cuando llegó?
-No.

-¿Recuerda si el agua de la bañera estaba caliente o fría?
-No puse el dedo, pero vi vapor; yo lo que hice fue sacar a mi mujer.

-Cuando la encontró a María Marta, ¿tenía la cabeza sumergida?
-Sí, boca abajo.

-¿María Marta era una persona torpe en sus movimientos?
-Era brusca. Por ejemplo, se agachaba a agarrar algo y cuando se levantaba, se pegaba con la punta de la mesa.

-Mientras la masajista, Piazza y Bártoli hacían maniobras de resucitación, ¿qué hizo usted?
-Tuve que explicarle el camino a la ambulancia. Son todos instantes, uno está nervioso. Llamé a la guardia para que aceleraran cuando llegaran. Todo ese tipo de charla horrible.

-¿Recibió usted al médico de la primera ambulancia?
-Creo que sí, que le expliqué que fuera para arriba.

-¿Escuchó al médico ordenar que se limpiara el baño?
-Sí.

-¿Estaba usted arriba?
-No, estaba abajo. Fue cuando el médico bajó porque a mí lo de la defunción y la orden. Yo estaba en la puerta de casa, ahí en el living.

-¿Fue en ese momento cuando le ordenó a la masajista que limpiara?
-No sé si fue en ese momento, pero las cosas salieron de él, el pésame y que limpien.

-¿Vio cuando limpiaban?
-Vi que subían.

-¿A quién vio subir a limpiar?
-A la masajista, seguro.

-¿Le refirió usted al médico que había sido un accidente?
-El me lo dijo, un terrible accidente doméstico.

-¿Pudo ver los aparatos que desplegaron los médicos?
-Subí cuando estaban trabajando y vi que habían desplegado de todo, maletines, agujas, suero, ampollas...

-¿Vio la huella de una mano ensangrentada al lado del marco de la puerta que conecta la habitación con el baño de arriba?
-Sí, la vi después de que se fueron los médicos, con lo cual deduzco que fue alguien que se apoyó al levantarse, porque estaba justo al lado del cadáver de mi mujer, donde ellos trabajaron.

-Cuando pidió que el entierro fuera lo más tarde posible, ¿ya había hablado con Inés Ongay o con alguien de su familia?
-No, pero pensé profundamente en mis parientes correntinos, Inés vino un rato después a mi mente.

-¿Estuvo reunido con Nora Burgués de Taylor a solas junto al cuerpo de María Marta?
-Sí, ya lo expliqué.

-¿En algún momento pidió que no se hiciera autopsia?
-Nunca escuché la palabra autopsia en todo el velatorio.

-¿Quién fue la persona que lo buscó a usted para ir al baño y exhibirle el elemento hallado?
-John.

-¿Recuerda quiénes estaban en el baño?
-Los dos Hurtig, Horacio, Zarracán.

-¿Alguien indicó que se podía tratar de una bala?
-No; cuando yo llegué, no.

-¿Recuerda cómo estaba la puerta del baño mientras estuvo con esas personas?
-Entré y no me preocupé en cerrarla.

-¿Había gente en la habitación contigua?
-Sí, seguramente, porque estaba María Marta.

-¿Sabe por qué se llevó a cabo esa reunión en el baño?
-Seguramente a instancias de John.

-¿John expresó alguna inquietud en esa reunión u otra persona?
-Yo llegué tarde, me preguntaron qué era y no le di importancia, y lo tiraron.

-En su presencia, ¿alguien indicó que el elemento podía tratarse de alguna pieza de los aparatos utilizados por los médicos?
-Eso es lo que pensé yo.

-¿Exteriorizó ese pensamiento?
-Sí, dije que debía ser algo de los médicos, y lo tiraron. Quiero aclarar que en ese momento mi grado de obnubilación era de terror, estaba hecho pelota.

-¿Alguien trató de darle otra explicación al elemento hallado mientras estuvo presente?
-No.

-Cuando vio el elemento, ¿estaba en el piso o lo tenía alguien en la mano?
-Alguien en la mano.

-¿Recuerda quién?
-No.

-¿Estaba envuelto en papel higiénico?
-No. Por ahí estaba sobre un papel.

-¿Se lo podía observar bien?
-Sí.

-¿Le fue requerida su opinión en la decisión de arrojar el elemento metálico?
-No. Tuvieron compasión de mí porque yo no podía ni pensar.

-¿Asintió usted que se tirara ese elemento metálico?
-Dije que no me interesó.
Se le exhibe el elemento metálico que fue hallado en el pozo ciego del domicilio de la familia Carrascosa.

-¿Es el mismo que tuvo ante su vista aquel día?
-Puede que sí, puede que no. La verdad, no le di importancia, y ha pasado tanto tiempo.

-¿Alguien le dijo que estaba llegando la policía en la tarde-noche de ese día?
-No escuché nada de lo policial. Después me fui enterando por distintas cosas, a partir del momento en que me informaron del homicidio, pero esa noche estuve totalmente ajeno a lo que pasaba a mi alrededor.

-¿Habló con Nora Burgués de Taylor, cuando estaban al lado del cuerpo de María Marta, pidiéndole que no interviniera la policía?
-No.

-¿Quién le dijo a Bártoli que María Marta iba a ser enterrada en Recoleta?
-No me acuerdo, por ahí se lo dije yo.

-¿Sabe si Bártoli manifestó algún inconveniente al respecto?
-No.

-¿Cómo imaginó la mecánica del accidente?
-¿Pensé que ella se había golpeado contra el parante del baño y fue hacia la bañera a sacarse la sangre y ahí se golpeó o se desvaneció, cayó dentro del agua y se ahogó.

-¿Fue víctima de amenazas?
-Nunca.

Preguntas de la defensa

-¿Conoció el día 27 de octubre que su cónyuge fuera víctima de un homicidio u otro delito?
-No.

-¿Al llegar a su residencia observó signos de violencia o desorden?
-No.

-¿Recuerda cuántas personas asistieron al velatorio?
-Entre 200 y 300.

-¿A alguna de esas personas se le impidió acercarse al cuerpo del cónyuge?
-No.

-¿La presunción que tuvo sobre el accidente fue corroborada por el médico que brindó los primeros auxilios?
-Sí, dijo que fue un accidente.

-¿Cuál era su estado emocional en ese momento?
-Hecho pelota.

-¿Escuchó en aquellas horas que alguien, alguna de las personas, hablara de una versión distinta del accidente?
-A mí nadie me dijo nada.

-Con relación al hecho imputado, ¿se trató de una reunión o de un simple diálogo entre quienes lo protagonizaron?
-Creo que fue un simple y breve diálogo.

-¿Conoce el origen de la información que sobre este aspecto ha congregado en este sumario el Ministerio Público Fiscal?
-Horacio, creo.

-¿Conoce cuál fue el sentido con el que se brindó la información?
-Esclarecer la verdad.

-¿Inés Ongay en el viaje a Lobos le transmitió alguna inquietud sobre la muerte de su esposa?
-No. Yo siempre estuve convencido del accidente, hasta que salió el tema de las ambulancias, siempre fue mi convicción.

-¿Desea deseaba agregar algo más?
-Espero que se encuentre al asesino. Lo necesito.


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