martes, 28 de octubre de 2003
lunes, 27 de octubre de 2003
Demasiadas dudas que aún persisten
domingo, 26 de octubre de 2003
Molina Pico incumplió sus deberes de funcionario
John Hurtig se ve indignado, vehemente y gesticula. Se le enrojecen los ojos y esconde el llanto. Irene, en cambio, tiene una mirada verde, profunda y filosos argumentos. Ambos hermanos de María Marta García Belsunce exhiben el mismo empeño en criticar al fiscal de la causa Diego Molina Pico y en defenderse ellos y al esposo de la víctima, Carlos Carrascosa, con prisión preventiva por el homicidio, pero en libertad.
"Yo desafío al fiscal a que se siente frente a mí con la causa y que mirándome a la cara, ante 200 periodistas, me diga cuáles son las pruebas en nuestra contra. Lo puedo replicar foja por foja", se indigna John.
En una entrevista con LA NACION en el estudio de su abogado Alejandro Novak , ambos hablaron de por qué la causa está parada e insistieron en que el crimen ocurrió debido a un robo al que -dijeron- no son ajenos los vigiladores de Carmel y Nicolás Pachelo.
"Los estudios genéticos no están parados por la familia. El juez Diego Barroetaveña dijo que no están terminados y le pidió al fiscal que termine los exámenes para que se hagan las extracciones. Ojalá encontremos en esos rastros al homicida de mi hermana", señala Irene. John interrumpe: "¿Porqué tengo que confiarle mi sangre a quien no demuestra transparencia en la investigación y en cambio sí muestra una parcialidad absoluta?". Y completa: "Yo desconfío del fiscal. Dudo porque demostró animosidad. Dijo que había pegamento, cuando no lo hubo, como lo declararon los forenses que hicieron la autopsia, a los que él no quiso tomarles declaración".
El abogado Novak asiente y aclara: "Molina Pico estuvo en Carmel el 28 de octubre y no ordenó la autopsia ni tomó ninguna medida. La familia no sabía que debía hacerla, no son funcionarios públicos. Esta omisión hace que, para cubrirse, el fiscal diga ahora que Carrascosa y la familia lo engañaron".
Desde que se supo que María Marta murió asesinada y no víctima de un accidente, la vida de los hermanos cambió. Irene y su esposo Guillermo Bártoli, vecinos de Carmel, se quedaron sin trabajo, aunque siguen viviendo allí. "Me enfrenté por primera vez con el mal. Hasta ahora había tenido una vida feliz, una familia fantástica, pero ahora siento que se me cayeron las torres gemelas en las cabeza. Me enfrento al mal, a la impunidad, a tener que explicarles a mis hijos de 10 y 14 años qué es una autopsia", reconoció Irene.
"Creo que en el futuro, el único responsable de que no encontremos a quien mató a María Marta será el fiscal y creo que nadie se da cuenta del sufrimiento que estamos viviendo nosotros desde hace un año", afirmó.
jueves, 23 de octubre de 2003
Los acusados no se oponen a la extracción de sangre
viernes, 17 de octubre de 2003
Sierco procesado por falsedad idelógica - causa: falsedad ideológica
El fiscal dice que el sistema traba la causa
La teoría del círculo vicioso
El fiscal de Pilar Diego Molina Pico cree que, más allá de que los vericuetos del Código Procesal provincial le impiden avanzar en la investigación del asesinato de María Marta García Belsunce, son las últimas -e inexplicables para él- resoluciones del que, con las idas y venidas de la causa, se ha convertido en su verdadero antagonista las que han llevado el caso a un círculo vicioso en el que "se hace imposible avanzar".
Ayer, en rigor, su primera aparición pública para hablar del único caso que tiene a su cargo desde principios de año pareció tener la única finalidad de justificar, poco antes de cumplirse un año del crimen, la aparente falta de acción judicial en la insistencia del juez Diego Barroetaveña -su "antagonista"- en impedirle llevar adelante un estudio que el fiscal considera clave: el ADN.
Molina Pico no agregó ayer un solo dato a todo lo que ya se conoce públicamente del caso. Por decantación, con su denuncia al "sistema" judicial, ese que él mismo integra, pareció buscar excusarse por la ausencia de respuestas ante un asesinato que, casi un año después de ocurrido, sigue impune.
No obstante, esa suerte de "autoexculpación" encuentra su correlato, efectivamente, en las características propias del sistema procesal bonaerense. Molina Pico dijo que durante el 80 por ciento del tiempo que lleva la instrucción de la causa el expediente no estuvo en su poder como consecuencia de los recurrentes apelaciones y recursos presentados por las defensas de los imputados.
De ser así, el sistema -como lo llamó el fiscal- no parece capaz de dar respuestas efectivas a la sociedad en materia de persecución penal.
Otra cuestión es la disyuntiva de acuerdo con las que, hasta ahora, parecen ser las dos hipótesis más fuertes a la hora de explicar quién y cómo mató a María Marta de cinco balazos, en su casa del country Carmel, de Pilar.
Molina Pico sostiene que las pruebas apoyan su hipótesis de que el viudo, Carlos Carrascosa, cometió el crimen, y que es esa teoría la que, al final, llegará a buen puerto. Y en respuesta a las críticas que le expusieron algunos periodistas, aseguró haber agotado las averiguaciones relacionadas con todas las demás sospechas.
En este punto, no es inválido decir que los argumentos que esgrimió para explicar por qué el viudo y la familia son los presuntos culpables son igual de fuertes o débiles que los que, por caso, abrazan los acusados por el fiscal para afirmar que el asesino podría ser uno de los vigiladores del country, con el robo como móvil.
El fiscal tomó los dichos de los testigos que dijeron haber visto al viudo en el club house del country para contrarrestar la versión de Carrascosa, quien dijo que a esa hora veía un partido de fútbol con su concuñado, Guillermo Bártoli. Sin embargo, consta en la causa que Nicolás Pachelo -el principal sospechoso de la familia- mintió respecto de a qué hora se fue de Carmel, y esa falacia no le pareció que tuviera igual magnitud que la otra.
El escenario que queda es el de jugadores -el fiscal y las defensas- que intentan probar sus teorías antes que buscar la verdad real, esa que levante de una vez el manto de impunidad que hoy cubre la tumba de María Marta.
Por Fernando Rodríguez De la Redacción de LA NACION