Web Toolbar by Wibiya Caso García Belsunce: abril 2007

viernes, 27 de abril de 2007

Objetan el peritaje de la llamada a OSDE

Guillermo Bártoli, cuñado de María Marta García Belsunce y procesado por encubrir su crimen, acusó hoy al fiscal Diego Molina Pico de realizar un peritaje de sonido de una llamada teléfonica con el solo fin de "buscar causar algún efecto extrajudicial en los medios de comunicación".

Una hora antes de la realización del peritaje en el edificio de Gendarmería, que comenzó a las 10, Bártoli presentó un escrito ante el tribunal oral de San Isidro que juzga a Carlos Carrascosa, en el que asegura que la medida es "improcedente" porque él no está imputado en ese proceso.

A pedido de Molina Pico, hoy se realizó un nuevo peritaje sobre la grabación de una llamada telefónica en la que el 27 de octubre de 2002 a las 19.07 Carrascosa pide una ambulancia para su esposa y detrás se escucha una voz masculina y otra femenina.

El fiscal quiere que se "filtre" el audio y que se compare el timbre de la voz masculina con la de Bártoli porque sospecha que el cuñado estaba en ese momento en la casa de Carrascosa y que dio una orden que no se comprende bien.

En la misma cinta, se escucha también el sollozo de una mujer que el fiscal cree que es Irene Hurtig, hermanastra de la víctima, y la defensa de Carrascosa afirma que es la masajista Beatriz Michelini.

En su presentación de esta mañana ante el Tribunal Oral en lo Criminal 6 de San Isidro, Bártoli afirmó que la pericia "resulta manifiestamente improcedente y obviamente nula" en lo que concierne a su participación.

Remarcó, además, que no fue notificado de la medida para preservar su derecho de defensa y que "sin perjuicio que la calidad de la grabación y el nivel de esos sonidos tornan sumamente dificultoso comprender lo que esas voces dirían, no resulta un hecho controvertido" su presencia en el lugar.

"Precisamente, cuando mi cuñado Carlos Carrascosa lo realizaba, allí nos encontrábamos junto a Beatriz Michelini tratando de reanimar a María Marta. También llegó al lugar mi esposa Irene Hurtig, quien instantes después se retiró en búsqueda de un médico", señaló.

Por esa razón, según Bártoli, "esto no es en absoluto novedoso, por lo que no puede menos que sorprender que el señor fiscal solicitara la medida".

El cuñado de María Marta acompañó parte de las declaraciones que él y su esposa prestaron en la causa en 2002, en las que contaban que llegaron a la casa cuando Carrascosa llamaba a la ambulancia.


Fuente

María Marta le tenía miedo a Pachelo

"María Marta me dijo que Pachelo le daba mucho miedo. Me lo comentó después de enterarse de que Tom, su perro labrador, había sido robado y que, según le contó una mucama, lo tuvieron escondido en la casa de Pachelo."
Así, Nora Burgués de Taylor, una de las mejores amigas de María Marta García Belsunce, presentó la hipótesis del robo como supuesto móvil del asesinato y sugirió que Nicolás Pachelo, un vecino del country Carmel, podría estar involucrado, tal como lo hizo Carlos Carrascosa en su indagatoria.
Ayer, antes de romper en llanto, la amiga de la víctima, quien había sido procesada y luego sobreseída por su supuesta participación en el encubrimiento del asesinato, expuso ante el tribunal, que juzga a Carrascosa como presunto coautor del homicidio de su esposa, su hipótesis sobre cómo mataron a María Marta y afirmó que fue seguida e intimidada por Pachelo. "El 27 de octubre de 2002, cuando volví a mi casa, después de ver el cuerpo de María Marta, me quedé pensando toda la noche en sus zapatillas. Estaban mojadas. Pero el jogging estaba seco. Entonces, creí que la «Negra» [por María Marta] quiso salir por la ventana del baño y para eso puso los pies en la bañera con agua, como si huyera de alguien. Creo que descubrió que estaban robando e intentó escapar del ladrón y la mataron", dijo Burgués de Taylor.
Agregó que nunca habló con Inés Ongay, otra amiga de la víctima, sobre la autopsia de María Marta ni de pagarle a la policía. "Esta señora [por Ongay] está un poco confundida. Tardó 84 días en ir a declarar. Fui yo quien le pasó el teléfono de Ongay al fiscal Diego Molina Pico, cuando me dijo: «Ayúdeme a conocer cómo era María Marta». Si no le hubiera entregado el número de Inés al fiscal, él nunca hubiera conocido a su testigo estrella", relató, indignada y subiendo el tono de voz.
Hace dos semanas, Ongay había declarado ante los jueces que "se había pagado para hacer lo que el «Gordo» [por Carrascosa] quería". Ante esta contradicción, la defensa de Carrascosa pidió al tribunal que Burgués de Taylor y Ongay fueran sometidas a un careo. Los jueces aceptaron el planteo y dispusieron que ambas mujeres intentaran limar sus diferencias el jueves próximo.
Sobre las causas del temor que Pachelo provocaba en María Marta, Burgués de Taylor explicó que se debía a que su amiga se enteró, a través de una mucama, de que a su perro Tom lo habían tenido dos días en la casa de Pachelo.También sospechaba del vecino porque, cuando hizo los carteles con la foto del perro y su celular para que llamaran para aportar datos sobre Tom, María Marta recordó que todas las llamadas fueron realizadas a su teléfono de línea, no al celular, como si el ladrón supiera a quién pertenecía el perro.
También recordó que cuando llegó a la escena del crimen vio salir de la casa a una mujer vestida de rosa que se parecía a una enfermera, detrás de los médicos. Según la testigo, esa mujer estaba vestida con "un ambo rosa" y tenía una mirada "muy fuerte".
Añadió que hizo un identikit de esa mujer con "un 80 por ciento de semejanza" porque recordaba su pelo, la forma de la nariz y los ojos. Hace tres años, ese identikit fue mostrado por Horacio García Belsunce (h.) en un programa de TV. Por entonces, el abogado de Pachelo, Roberto Ribas, llamó a la producción de ese programa de televisión para decir que era "una burda copia" de la cara de Inés Dávalos, esposa del vecino.



jueves, 26 de abril de 2007

La mujer de rosa

Nora "Pichi" Burgues de Taylor, una amiga de Carlos Carrascosa que estuvo procesada por encubrir el asesinato de María Marta García Belsunce y luego fue sobreseída, aseguró que la socióloga le tenía "miedo" al vecino Nicolás Pachelo porque sospechaba que éste le había robado un perro por el que, luego, le pidieron un rescate para devolverlo.

Durante su declaración testimonial ante el Tribunal Oral en lo Criminal seis de San Isidro, la mujer dijo, además, que cree que María Marta "se quiso escapar de alguien porque le estaban robando" y que fue asesinada cuando pretendió "pasar por la bañadera del baño para escapar por la ventana".

Y precisó que "el jogging de María Marta estaba seco y la única manera de que además tuviera las zapatillas mojadas era: quiso salir por la bañera hacia la terraza", separada del cuarto de baño por una enorme puerta-ventana.

Burgues de Taylor recordó que María Marta le había dicho que una vecina de apellido Flister, le había mencionado como fuente a conversaciones de mucamas, que el perro secuestrado del matrimonio García Belsunce-Carrascosa "estuvo dos días encerrado en el baño de Pachelo".

"¿Qué hago en la asamblea del country, lo denuncio?" dijo la testigo que le había preguntado en aquella conversación la vicepresidenta de Missing Children y evocó que ésta finalmente desistió de hacerlo público porque, según le confesó, "Pachelo me da miedo".

Taylor también dijo haber visto, minutos después que se hallara el cadáver en la casa, a una mujer que resultó tener "mucho parecido" con la esposa de Pachelo.

"Vi a una mujer con un ambo rosa que me miró con una mirada muy fuerte. Supe [después] que se parecía mucho a la señora de Pachelo. No sentí miedo, sentí pánico", agregó.


Careo. Este mediodía, el tribunal ordenó la realización de un careo entre las testigos Taylor e Inés Ongay.

La defensa del acusado Carlos Carrascosa le pidió al tribunal que hiciera lugar al careo a raíz de las profundas diferencias entre ambas declaraciones, y los jueces aceptaron la realización de la medida pero para más adelante.


En favor de Carrascosa. Santiago Binello, hijo de Sergio -procesado por encubrir el crimen- aseguró hoy que el día del crimen de María Marta el cuñado de la víctima, Guillermo Bártoli, fue a la sobremesa de un almuerzo que se hizo en su casa, con lo que confirmó la versión que tanto Bártoli como el viudo dieron sobre lo que hicieron el día del crimen.

A pedido del fiscal Diego Molina Pico, el testigo debió dibujar la mesa del quincho de su casa y en qué lugar se sentó Bártoli, a quien ubicó enfrente suyo, "como en diagonal".

La versión que hoy dio Binello hijo se contrapone con la de dos empleados de la casa de la familia que ya declararon en el juicio.

El casero Arturo Campos dijo que no recordaba que Bártoli hubiera estado allí, mientras que la empleada doméstica Teresa Castagna dijo que no lo vio pese a que fue la que sirvió el café.


Fuente

Irene Hurtig defendió a Carrascosa


Sólida, aunque por momentos quebrada por el dolor, Irene Hurtig, la media hermana de María Marta García Belsunce despegó del crimen a su cuñado, Carlos Carrascosa. Se convirtió, a su vez, en vocera de la familia para refutar las acusaciones del fiscal Diego Molina Pico contra sus parientes acusados de encubrimiento y cuestionó al funcionario judicial, porque la acusa a través de la prensa, cuando no tiene elementos para imputarla en la causa.
Con el testimonio de Hurtig, el familiar de Carrascosa que no está procesado y por eso puede declarar en el juicio oral que se le sigue al viudo, María Marta dejó de ser la víctima o el cadáver y, con su relato, se convirtió en la mujer solidaria, de carácter severo aunque querida por todos. La evocación de su hermana la hizo llorar en, por lo menos, ocho ocasiones durante las cuatro horas que duró su declaración. Sus lágrimas fueron acompañadas por las de Carrascosa, que no contuvo el llanto cuando su cuñada recordó cómo había afectado el crimen a los hijos de ella. El acusado le alcanzó su vaso de agua para ayudarla a recomponerse.
Los defensores de Carrascosa, Alberto Cafetzoglus y Diego Ferrari, orientaron el interrogatorio para que Hurtig hablara de María Marta, de la relación entre los hermanos y su padre. Recordó el dramático momento en que recibió una llamada de Carrascosa, en la que le decía que su hermana había tenido un accidente. Su esposo, Guillermo Bártoli, corrió en auto a la casa y atrás fue ella, con su propio vehículo. Dijo que, cuando llegó, Carrascosa llamaba a la ambulancia, y su marido y la masajista Beatriz Michelini le hacían reanimación a la víctima. Salió entonces en busca de un médico. Recorrió cuatro casas de Carmel hasta hallar a Diego Piaza, estudiante de medicina.
La única duda de su testimonio fue cuando Molina Pico planteó su último interrogante. El fiscal le preguntó cómo explicaba que en cuatro minutos, entre las 19.08, cuando llegó a la casa y Carrascosa hablaba por teléfono con OSDE, y las 19.12, cuando ella pidió una ambulancia, hubiera recorrido la casa de cuatro vecinos. "No puedo precisar horarios", respondió. La defensa asegura que el llamado de Hurtig se produjo a las 19.18, según el registro de empresa de ambulancias incorporado a la causa.
Hurtig refutó cada punto fuerte que había instalado el fiscal durante los dos meses en que interrogó a sus testigos. Reafirmó que su esposo miraba TV con Carrascosa poco después de las 18.20. Indicó que ninguno de los médicos que acudieron a la casa le dijeron que debían llamar a la policía, como lo declaró el doctor Santiago Biassi.
Destacó que el fiscal Molina Pico estuvo cerca del cadáver, al día siguiente de la muerte, durante el velatorio, y que no indicó hacer la autopsia. También negó que alguno de sus familiares hubiera trabajado para el cartel de Juárez. Dijo que durante el velatorio todo era dolor.

Declaró Pachelo


En el juicio, en la sociedad y en el periodismo existen dos visiones sobre los hechos del country El Carmel y sus responsabilidades. A partir de hoy, Página/12 reflejará esas miradas divergentes para aportar información y sumar opiniones sobre un caso siempre polémico. Ayer declaró Nicolás Pachelo, el vecino de María Marta, acusado por los García Belsunce de ser el autor del homicidio. Aquí, el doble reflejo de lo ocurrido en la audiencia.

Pachelo, el testigo indemne
Horacio Cecchi

En la audiencia de ayer Nicolás Pachelo demostró, antes que nada, que su capacidad de convocatoria es envidiable. Por primera vez, la sala de audiencias estaba colmada, desbordaba, los asientos en algunos casos se compartían y debieron agregarse nuevas sillas. Se percibía cierto nerviosismo típico en la platea. Había de todo. Una cantidad de periodistas desusada hasta la fecha que colmaron la nave central; un nutrido grupo de amigos de María Marta, en especial de Missing Children, entre ellos Susan Murray, que ya pasó como testigo. Eugenio Schenone, padre de Marcos (víctima de Horacio Conzi); las Madres del Dolor. Los abogados de los dos paracaidistas acusados, Betty Michelini y Gauvry Gordon. Pero lo más notorio y llamativo de este personaje central en la novela costumbrista del Country Carmel fue su capacidad de convocatoria hacia el nutrido grupo de familiares y amigos, valga la redundancia, de la Familia en defensa acusadora que, a contramano, pobló todo el sector jacobino de la sala, obligando a compartir butacas e incluso a agregar algunas. Pachelo declaró, respondió preguntas, ironizó y fue reprendido. Pero, por encima de eso, la audiencia de ayer fue una audiencia que obliga a aplicar los métodos de la lógica.
¿Qué dijo Nicolás Pachelo? Fue el primero de todos los testigos en el juicio que aportó de traje, como quien se viste los oros para el paseo de domingo. Pachelo llegó cubierto de traje gris a rayas finas, zapatos de cuero beige, corbata rosa, camisa blanca, barbita a medio dejar tipo yuppie. Parecía como si un asesor de imagen le hubiera dicho: “Nico, hoy te vestís como para un juicio”. Quizás algo excesivo por lo obvio, pero finalmente tan válido como llenar la sala de partes que después son una sola.
El 27 de octubre no me levanté con un cronómetro en la mano”, empezó diciendo Pachelo, marcando de algún modo límites e intenciones. Y las preguntas de Molina Pico fueron llevando al testigo al terreno más escabroso, aquel donde la Familia se enjuga los caninos. Uno fue el de los horarios: fue a jugar al fútbol a Benavídez alrededor de las 14, volvió alrededor de las 17.30, se duchó y salió de nuevo en dirección al centro, al llegar al peaje volvió porque no tenía la billetera, entró, estuvo dos minutos y salió para volver a la medianoche. Tres chicos dijeron que lo vieron minutos antes de las 19 con pantalones de buzo y capucha cubriéndole el rostro trotando hacia su casa detrás de MM y él dijo que estaba vestido con pantalones cortos y remera deportiva, que a esa hora no estaba y que no solía trotar en El Carmel. “Pero son tres chicos que dicen haberlo visto”, le recordó Molina Pico. “Ellos sabrán lo que están diciendo”, respondió Pachelo. Es su palabra contra la de tres chicos que, si lo vieron, lo vieron cubierto. La misma situación se plantea a la inversa. Carrascosa dice que no estuvo en el Club House ese día y tres testigos dicen que lo vieron. La mucama de los Bártoli dice que no estaban y ellos dicen que sí.
Le preguntaron por los palos de golf y él admitió haberlos vendido en Punta Carrasco, pero cómo los obtuvo no fue puesto en duda. Pachelo ya había dado a Tito White su versión en aquel momento (que se los había dado un jardinero) y El Carmel no avanzó por el lado de la denuncia penal, lo que invalida que se esgrima ahora como argumento en su contra.
Le preguntaron sobre el caso Augé, en el que fue condenado por participación en el robo de una casa de la madre de una amiga. Pachelo puso ahí el límite. Dijo que había sido un error y que había pagado por ello. La defensa que querella se afilaba las uñas, pero el tribunal rechazó todo intento por invadir ese territorio. La cuestión es sencilla y excede toda pretensión. Culpar a alguien por sus antecedentes ya pagados a la sociedad es el principio del fin de la Justicia. Si Pachelo fuera culpable (que no se analiza en este juicio), de seguro que no puede serlo por un delito ya cumplido sino por lo que se supone que hizo. Esa fue la tesitura del tribunal y fue una señal a la querella que defiende.
Dijo que se enteró de que a MM la habían asesinado cuando Dolores Sanjurjo –una vecina de El Carmel a la que definió socarronamente como “alguien que se dedica a llevar y traer información”– le contó que le habían pegado “un fierrazo” y que a él lo estaban involucrando. A partir de allí empezó a pensar que lo mejor era tener un abogado. También recordó una reunión en el Sheraton de Pilar en la que los abogados Scelzi y Nardi lo trataron de interrogar mientras en la mesa de al lado repiqueteaba de nervios Horacito GB.
Intentaron llevarlo por el lado de Tom, el perro manco que aseguran que lo entregó a un criador de perros. Pachelo invirtió la relación: dijo que el criador le debía dinero y que le regaló dos Rottweiler. Uno era mansito. El otro, no. Lo devolvió a pedido de White. Fue lo único que le entregó. De nuevo, la Familia quedó enfrentada a la palabra de uno contra la palabra del otro, la inversión de los hechos usando la misma lógica. Después de todo, una sola parte es la que habla del accidente.
También dijo que vendió su casa el 20 de diciembre de 2002, apenas se conoció el homicidio. Ideal para que apareciera como una fuga. Pero aclaró: “Mi casa la tenían en venta White, Piazza y Burgueño desde un año antes” y la fuga se hizo añicos.
Pachelo se mostró impertinente, arrogante, irónico (el querellante Hetchen le preguntó: “¿Sabe en qué andan los vigiladores?”, queriendo empastarlo en los robos, y él respondió que “sí, a pie o en los autitos eléctricos”). Hasta llegó a ubicarse como víctima de la persecución. Se mostró rápido y caminando al límite, en la cornisa. Casi, capaz de todo. La Familia lo conocía desde antes del crimen. Supuestamente ya lo sospechaba un monstruo. Después de tanta sangre y encéfalo repartido, cómo hacer creíble que desde el primer día no pensaron en Pachelo. No parece suficiente la aparición del grifo asesino y sus seis pitutos.


PACHELO NO DESPEJO LAS SOSPECHAS EN SU CONTRA
Sólo evasivas, nada concreto
Raúl Kollmann

“No lo recuerdo, pero tampoco lo niego. No lo sé. No me puedo acordar de los horarios, porque para mí aquel día fue un domingo cualquiera.” Esta es la fórmula que más utilizó ayer Nicolás Pachelo para intentar zafar de lo que las pruebas demuestran: que estuvo en el country El Carmel hasta después del asesinato de María Marta, que tres chicos lo vieron trotando cerca de la víctima muy poco antes del crimen y que en sus declaraciones anteriores mintió diciendo que se fue antes de la hora del asesinato hacia el shopping Paseo Alcorta. La familia García Belsunce cree que, tal vez junto a un grupo de vigiladores, Pachelo entró a robar a la casa de MM y Carrascosa. Como la socióloga volvió sorpresivamente, se los habría encontrado adentro y, como los conocía, la mataron. Cuando ayer a Pachelo le preguntaron sobre uno de los tantos robos por los que fue condenado, el que organizó en la casa de la madre de su íntimo amigo Gastón Augé, contestó: “Esos son errores del pasado –ocurrió en 2003, después del asesinato de MM– y no quiero hablar de ese tema”.
Pachelo no está imputado en el juicio que se desarrolla en San Isidro. El único que puede ser condenado o absuelto es el viudo, Carlos Carrascosa, por lo que ayer el famoso vecino sólo declaró como testigo y no se le podían hacer preguntas incriminatorias ni que afectaran su honor.
Una clave de la audiencia consistía en evidenciar que Pachelo estaba en el country a la hora del crimen, a diferencia de lo que dijo en sus dos primeras declaraciones. El vecino argumentó que en la primera de ellas lo patotearon dos policías y que por lo tanto habló de horarios que no podía recordar, pese a que por entonces ya tenía en su poder un sugestivo informe que le pidió al gerente del Carmel para saber los horarios de sus entradas y salidas.

Lo concreto es lo siguiente:

- Ayer Pachelo dijo que no se acordaba, que no podía precisar. “No me acuerdo ni lo que hice ayer”, bromeó.
- Cuando le mencionaron que tres jóvenes, Santiago Asorey, Pedro Azpiroz Achával y Marco Cristiani, lo vieron trotando cerca de MM momentos antes del crimen, dijo que eso no era así, que él no había salido a correr. El defensor Roberto Ribas adujo en el programa El Exprimidor que los jóvenes fueron preparados por el primer abogado de Carrascosa, José Scelzi.
- Esta última versión parece poco creíble. Se trata de hijos de familias que concurren al country y que no tendrían motivo alguno para mentir y encubrir un crimen. Conocían perfectamente a Pachelo.
- Además, hay un dato contundente. Los jóvenes describen a Pachelo trotando hacia la casa de MM vestido con un buzo con una raya blanca al costado. En la imagen en que se lo ve después de la hora del crimen saliendo del country, Pachelo viste el mismo buzo.
- El vecino dice que no puede recordar los horarios, pero sí puso marcos de referencia en sus dos declaraciones anteriores. Llegó al country a las 17.37, dice que vio cinco minutos de Boca-River o de Rosario Central–Independiente (18.15) y que luego se subió al Fiat Siena de su esposa y se fue. Pero luego recordó que se había olvidado la billetera y que tuvo que volver a buscarla. Estacionó el coche frente a su casa, lo dejó encendido un minuto y nuevamente salió.
- El informe de Movicom que consta en la causa demuestra que Pachelo hizo una llamada a las 19 y recibió otra las 19.32, ambas cursadas por la antena 394, la que abarca a Pilar. Estaba allí y no camino a la Capital mucho, mucho, después del crimen.
- Para redondear, las imágenes de la puerta del country, que el fiscal Molina Pico tuvo en su escritorio durante un año demuestran que Pachelo salió del Carmel a las 18.58, por la salida de no-socios, largamente después del homicidio. No se percibe en ningún momento que haya vuelto a entrar por el olvido de la billetera. Según declaró las dos primeras veces, a esa hora hacía rato que estaba en Capital. Ayer dijo que no se acordaba, que nadie tiene presente los horarios.
Las sospechas contra Pachelo tienen como principal fundamento los numerosos robos que cometió, al punto de que el country dispuso que un guardia lo custodiara todo el tiempo. El de aquel domingo, Villalba, fue enviado por la empresa de seguridad a otro country, Martinico, de manera que Pachelo no estaba vigilado. En la primera semana de septiembre pasado, el vecino sospechado salió de la cárcel de Marcos Paz, en libertad condicional, tras ser condenado a cuatro años y tres meses de prisión. Se le imputaron muchísimos robos, todos con una metodología similar: se metió en casas de amigos o vecinos, parecido a lo ocurrido en El Carmel. Al final fue condenado por siete hechos. En la mayoría de los casos les hurtó las llaves a sus relaciones y después entraba en sus domicilios cuando no había nadie. Ayer le preguntaron sobre el caso Augé, donde confesó haber mandado a dos personas, una de las cuales entró armada y encapuchada. “Mandé dos tipos de Pilar”, admitió en aquel momento. En la audiencia de ayer se guareció con el argumento de que “son errores del pasado”.
Su manejo de armas también está probado, aunque siempre en versión light. Ayer dijo que tiraba contra liebres o que practicaba con amigos en la tosquera que heredó de su padre, Roberto, quien protagonizó un dudoso suicidio disparándose un tiro. Un empleado del progenitor declaró que muerto el padre, Pachelo les disparaba a fotos de Roberto puestas contra una pared. Ayer tampoco se permitió avanzar en la llamada causa Mariano Maggi. Se trata de una persona que le vendió un vehículo a Pachelo y que consideró que éste lo engañó con unos cheques. Le tirotearon la concesionaria y cuando Maggi lo increpó, Pachelo le dijo –según figura en el acta policial–: “Si tuve huevos para matar a mi viejo, tengo huevos para matarte a vos”.
Pachelo se encuadró ayer en la imagen que surge de la pericia psiquiátrica que le hicieron para determinar su adicción al juego, el aparente trasfondo de sus continuos robos: “transtornos psicopáticos de personalidad. Lúcido e inteligente, superior a la media. Sin reconocimiento de afectos, actuador, inestable, no colaborador con el estudio, todo compatible con la adicción al juego”. Firmaron María Elena Chicatto, psicóloga forense, Patricia Ferreira, psicóloga de parte.


miércoles, 25 de abril de 2007

Pachelo no despeja las dudas


Horacio Cecchi

En la audiencia de ayer Nicolás Pachelo demostró, antes que nada, que su capacidad de convocatoria es envidiable. Por primera vez, la sala de audiencias estaba colmada, desbordaba, los asientos en algunos casos se compartían y debieron agregarse nuevas sillas. Se percibía cierto nerviosismo típico en la platea. Había de todo. Una cantidad de periodistas desusada hasta la fecha que colmaron la nave central; un nutrido grupo de amigos de María Marta, en especial de Missing Children, entre ellos Susan Murray, que ya pasó como testigo. Eugenio Schenone, padre de Marcos (víctima de Horacio Conzi); las Madres del Dolor. Los abogados de los dos paracaidistas acusados, Betty Michelini y Gauvry Gordon. Pero lo más notorio y llamativo de este personaje central en la novela costumbrista del Country Carmel fue su capacidad de convocatoria hacia el nutrido grupo de familiares y amigos, valga la redundancia, de la Familia en defensa acusadora que, a contramano, pobló todo el sector jacobino de la sala, obligando a compartir butacas e incluso a agregar algunas. Pachelo declaró, respondió preguntas, ironizó y fue reprendido. Pero, por encima de eso, la audiencia de ayer fue una audiencia que obliga a aplicar los métodos de la lógica.
¿Qué dijo Nicolás Pachelo? Fue el primero de todos los testigos en el juicio que aportó de traje, como quien se viste los oros para el paseo de domingo. Pachelo llegó cubierto de traje gris a rayas finas, zapatos de cuero beige, corbata rosa, camisa blanca, barbita a medio dejar tipo yuppie. Parecía como si un asesor de imagen le hubiera dicho: “Nico, hoy te vestís como para un juicio”. Quizás algo excesivo por lo obvio, pero finalmente tan válido como llenar la sala de partes que después son una sola.
“El 27 de octubre no me levanté con un cronómetro en la mano”, empezó diciendo Pachelo, marcando de algún modo límites e intenciones. Y las preguntas de Molina Pico fueron llevando al testigo al terreno más escabroso, aquel donde la Familia se enjuga los caninos. Uno fue el de los horarios: fue a jugar al fútbol a Benavídez alrededor de las 14, volvió alrededor de las 17.30, se duchó y salió de nuevo en dirección al centro, al llegar al peaje volvió porque no tenía la billetera, entró, estuvo dos minutos y salió para volver a la medianoche. Tres chicos dijeron que lo vieron minutos antes de las 19 con pantalones de buzo y capucha cubriéndole el rostro trotando hacia su casa detrás de MM y él dijo que estaba vestido con pantalones cortos y remera deportiva, que a esa hora no estaba y que no solía trotar en El Carmel. “Pero son tres chicos que dicen haberlo visto”, le recordó Molina Pico. “Ellos sabrán lo que están diciendo”, respondió Pachelo. Es su palabra contra la de tres chicos que, si lo vieron, lo vieron cubierto. La misma situación se plantea a la inversa. Carrascosa dice que no estuvo en el Club House ese día y tres testigos dicen que lo vieron. La mucama de los Bártoli dice que no estaban y ellos dicen que sí.
Le preguntaron por los palos de golf y él admitió haberlos vendido en Punta Carrasco, pero cómo los obtuvo no fue puesto en duda. Pachelo ya había dado a Tito White su versión en aquel momento (que se los había dado un jardinero) y El Carmel no avanzó por el lado de la denuncia penal, lo que invalida que se esgrima ahora como argumento en su contra.
Le preguntaron sobre el caso Augé, en el que fue condenado por participación en el robo de una casa de la madre de una amiga. Pachelo puso ahí el límite. Dijo que había sido un error y que había pagado por ello. La defensa que querella se afilaba las uñas, pero el tribunal rechazó todo intento por invadir ese territorio. La cuestión es sencilla y excede toda pretensión. Culpar a alguien por sus antecedentes ya pagados a la sociedad es el principio del fin de la Justicia. Si Pachelo fuera culpable (que no se analiza en este juicio), de seguro que no puede serlo por un delito ya cumplido sino por lo que se supone que hizo. Esa fue la tesitura del tribunal y fue una señal a la querella que defiende.
Dijo que se enteró de que a MM la habían asesinado cuando Dolores Sanjurjo –una vecina de El Carmel a la que definió socarronamente como “alguien que se dedica a llevar y traer información”– le contó que le habían pegado “un fierrazo” y que a él lo estaban involucrando. A partir de allí empezó a pensar que lo mejor era tener un abogado. También recordó una reunión en el Sheraton de Pilar en la que los abogados Scelzi y Nardi lo trataron de interrogar mientras en la mesa de al lado repiqueteaba de nervios Horacito GB.
Intentaron llevarlo por el lado de Tom, el perro manco que aseguran que lo entregó a un criador de perros. Pachelo invirtió la relación: dijo que el criador le debía dinero y que le regaló dos Rottweiler. Uno era mansito. El otro, no. Lo devolvió a pedido de White. Fue lo único que le entregó. De nuevo, la Familia quedó enfrentada a la palabra de uno contra la palabra del otro, la inversión de los hechos usando la misma lógica. Después de todo, una sola parte es la que habla del accidente.
También dijo que vendió su casa el 20 de diciembre de 2002, apenas se conoció el homicidio. Ideal para que apareciera como una fuga. Pero aclaró: “Mi casa la tenían en venta White, Piazza y Burgueño desde un año antes” y la fuga se hizo añicos.
Pachelo se mostró impertinente, arrogante, irónico (el querellante Hetchen le preguntó: “¿Sabe en qué andan los vigiladores?”, queriendo empastarlo en los robos, y él respondió que “sí, a pie o en los autitos eléctricos”). Hasta llegó a ubicarse como víctima de la persecución. Se mostró rápido y caminando al límite, en la cornisa. Casi, capaz de todo. La Familia lo conocía desde antes del crimen. Supuestamente ya lo sospechaba un monstruo. Después de tanta sangre y encéfalo repartido, cómo hacer creíble que desde el primer día no pensaron en Pachelo. No parece suficiente la aparición del grifo asesino y sus seis pitutos.

PACHELO NO DESPEJO LAS SOSPECHAS EN SU CONTRA

Sólo evasivas, nada concreto

Raúl Kollmann
“No lo recuerdo, pero tampoco lo niego. No lo sé. No me puedo acordar de los horarios, porque para mí aquel día fue un domingo cualquiera.” Esta es la fórmula que más utilizó ayer Nicolás Pachelo para intentar zafar de lo que las pruebas demuestran: que estuvo en el country El Carmel hasta después del asesinato de María Marta, que tres chicos lo vieron trotando cerca de la víctima muy poco antes del crimen y que en sus declaraciones anteriores mintió diciendo que se fue antes de la hora del asesinato hacia el shopping Paseo Alcorta. La familia García Belsunce cree que, tal vez junto a un grupo de vigiladores, Pachelo entró a robar a la casa de MM y Carrascosa. Como la socióloga volvió sorpresivamente, se los habría encontrado adentro y, como los conocía, la mataron. Cuando ayer a Pachelo le preguntaron sobre uno de los tantos robos por los que fue condenado, el que organizó en la casa de la madre de su íntimo amigo Gastón Augé, contestó: “Esos son errores del pasado –ocurrió en 2003, después del asesinato de MM– y no quiero hablar de ese tema”.
Pachelo no está imputado en el juicio que se desarrolla en San Isidro. El único que puede ser condenado o absuelto es el viudo, Carlos Carrascosa, por lo que ayer el famoso vecino sólo declaró como testigo y no se le podían hacer preguntas incriminatorias ni que afectaran su honor.
Una clave de la audiencia consistía en evidenciar que Pachelo estaba en el country a la hora del crimen, a diferencia de lo que dijo en sus dos primeras declaraciones. El vecino argumentó que en la primera de ellas lo patotearon dos policías y que por lo tanto habló de horarios que no podía recordar, pese a que por entonces ya tenía en su poder un sugestivo informe que le pidió al gerente del Carmel para saber los horarios de sus entradas y salidas.
Lo concreto es lo siguiente:
- Ayer Pachelo dijo que no se acordaba, que no podía precisar. “No me acuerdo ni lo que hice ayer”, bromeó.
- Cuando le mencionaron que tres jóvenes, Santiago Asorey, Pedro Azpiroz Achával y Marco Cristiani, lo vieron trotando cerca de MM momentos antes del crimen, dijo que eso no era así, que él no había salido a correr. El defensor Roberto Ribas adujo en el programa El Exprimidor que los jóvenes fueron preparados por el primer abogado de Carrascosa, José Scelzi.
- Esta última versión parece poco creíble. Se trata de hijos de familias que concurren al country y que no tendrían motivo alguno para mentir y encubrir un crimen. Conocían perfectamente a Pachelo.
- Además, hay un dato contundente. Los jóvenes describen a Pachelo trotando hacia la casa de MM vestido con un buzo con una raya blanca al costado. En la imagen en que se lo ve después de la hora del crimen saliendo del country, Pachelo viste el mismo buzo.
- El vecino dice que no puede recordar los horarios, pero sí puso marcos de referencia en sus dos declaraciones anteriores. Llegó al country a las 17.37, dice que vio cinco minutos de Boca-River o de Rosario Central–Independiente (18.15) y que luego se subió al Fiat Siena de su esposa y se fue. Pero luego recordó que se había olvidado la billetera y que tuvo que volver a buscarla. Estacionó el coche frente a su casa, lo dejó encendido un minuto y nuevamente salió.
- El informe de Movicom que consta en la causa demuestra que Pachelo hizo una llamada a las 19 y recibió otra las 19.32, ambas cursadas por la antena 394, la que abarca a Pilar. Estaba allí y no camino a la Capital mucho, mucho, después del crimen.
- Para redondear, las imágenes de la puerta del country, que el fiscal Molina Pico tuvo en su escritorio durante un año demuestran que Pachelo salió del Carmel a las 18.58, por la salida de no-socios, largamente después del homicidio. No se percibe en ningún momento que haya vuelto a entrar por el olvido de la billetera. Según declaró las dos primeras veces, a esa hora hacía rato que estaba en Capital. Ayer dijo que no se acordaba, que nadie tiene presente los horarios.
Las sospechas contra Pachelo tienen como principal fundamento los numerosos robos que cometió, al punto de que el country dispuso que un guardia lo custodiara todo el tiempo. El de aquel domingo, Villalba, fue enviado por la empresa de seguridad a otro country, Martinico, de manera que Pachelo no estaba vigilado. En la primera semana de septiembre pasado, el vecino sospechado salió de la cárcel de Marcos Paz, en libertad condicional, tras ser condenado a cuatro años y tres meses de prisión. Se le imputaron muchísimos robos, todos con una metodología similar: se metió en casas de amigos o vecinos, parecido a lo ocurrido en El Carmel. Al final fue condenado por siete hechos. En la mayoría de los casos les hurtó las llaves a sus relaciones y después entraba en sus domicilios cuando no había nadie. Ayer le preguntaron sobre el caso Augé, donde confesó haber mandado a dos personas, una de las cuales entró armada y encapuchada. “Mandé dos tipos de Pilar”, admitió en aquel momento. En la audiencia de ayer se guareció con el argumento de que “son errores del pasado”.
Su manejo de armas también está probado, aunque siempre en versión light. Ayer dijo que tiraba contra liebres o que practicaba con amigos en la tosquera que heredó de su padre, Roberto, quien protagonizó un dudoso suicidio disparándose un tiro. Un empleado del progenitor declaró que muerto el padre, Pachelo les disparaba a fotos de Roberto puestas contra una pared. Ayer tampoco se permitió avanzar en la llamada causa Mariano Maggi. Se trata de una persona que le vendió un vehículo a Pachelo y que consideró que éste lo engañó con unos cheques. Le tirotearon la concesionaria y cuando Maggi lo increpó, Pachelo le dijo –según figura en el acta policial–: “Si tuve huevos para matar a mi viejo, tengo huevos para matarte a vos”.
Pachelo se encuadró ayer en la imagen que surge de la pericia psiquiátrica que le hicieron para determinar su adicción al juego, el aparente trasfondo de sus continuos robos: “transtornos psicopáticos de personalidad. Lúcido e inteligente, superior a la media. Sin reconocimiento de afectos, actuador, inestable, no colaborador con el estudio, todo compatible con la adicción al juego”. Firmaron María Elena Chicatto, psicóloga forense, Patricia Ferreira, psicóloga de parte.

Tapa del diario Clarín del 25 de abril de 2007