Web Toolbar by Wibiya Caso García Belsunce: 2002

viernes, 27 de diciembre de 2002

Declaración testimonial de María Luisa Lanusse - causa: falsedad ideológica


Declaración de Miguel Angel Monzón



Ver declaración de Crecencio Guitierrez
Ver declaración de Walter Maniovani
Ver declaración de Dolores Sanjurjo

Podrían detener a una vecina...

El asesinato de María Marta García Belsunce, según creen los investigadores, está a punto de ser esclarecido. En las próximas horas podría ser detenida la persona considerada sospechosa de haber asesinado a la mujer de cinco balazos en la cabeza en su casa del exclusivo country Carmel, en Pilar, dijeron a LA NACION allegados al caso.

Todos los indicios apuntan a una vecina del country, conocida de algunos de los integrantes de la familia de María Marta García Belsunce, que, incluso después del asesinato, estuvo con ellos y hasta les dio el pésame por la muerte de la señora, que era vicepresidenta de Missing Children e integraba la entidad benéfica Damas del Pilar.

La sospechosa, según confió a LA NACION una fuente estrechamente vinculada con la familia García Belsunce, es bien conocida en el club de campo por su habilidad en el bridge.

“Es una persona del country que no tiene relación familiar con los allegados a la casa, sino de otra naturaleza”, aseguró a LA NACION otra fuente vinculada con la causa.

Las pistas que llevaron a despertar las sospechas estaban en el cuaderno de los investigadores desde las primeras semanas, luego de que se supo que la víctima no había muerto accidentalmente al resbalar en su bañera de hidromasajes el 27 de octubre último. Se consideraba, entonces, que eran datos anecdóticos, sin relevancia.

Sin embargo, fueron testimonios incorporados en los últimos días a la causa los que encaminaron la pesquisa hacia esta sospechosa. “Son de gente que temía hablar”, dijeron allegados a la familia. Esos testigos podrían explicar el móvil y ubicaron a la sospechosa en la escena del crimen. “El resultado de la investigación puede ser doloroso para la familia”, advirtió uno de los testigos.

¿Se trata de la misteriosa mujer vestida con uniforme rosa, de empleada doméstica, que fue vista en la casa la noche del crimen? ¿Se trata de una mujer vinculada con ella? Los investigadores creen que todavía no es posible responder esos interrogantes. Aunque los allegados a la familia sostuvieron ayer que ya sospechan cuál es el nombre y apellido de quien consideran que es la principal acusada del homicidio.

La línea de investigación permitió reconstruir hipotéticamente cómo ocurrió el crimen, quién lo cometió y sus móviles. Trascendió, en ese sentido, que el asesinato tendría un componente pasional. Sólo así se explica que el asesino haya vaciado el tambor de su revólver calibre 32 sobre la cabeza de la víctima.

La mujer ya habría sido interrogada informalmente por los instructores judiciales de la causa, pero nunca declaró en el expediente.

Para cerrar el círculo sobre esta pista, el fiscal del caso, Diego Molina Pico, trabajó anteayer hasta pasadas las 21 con sus colaboradores, los integrantes de la Policía Judicial y los detectives al mando del jefe de la Delegación de Investigaciones de San Isidro, comisario inspector Aníbal Degastaldi. El trajín en las oficinas judiciales de Pilar siguió ayer, aun en plena festividad navideña.

La idea es fundar un pedido de detención ante el juez de garantías de San Isidro Diego Barroetaveña, pero previamente falta colectar algunas pruebas que serían decisivas para que el magistrado dé el visto bueno a esa determinación.

Según fuentes ligadas al caso, la hipótesis de la asesina misteriosa también deja de lado otras sospechas iniciales sobre otro vecino del club y las especulaciones acerca de que actitudes del entorno familiar tras la muerte de María Marta García Belsunce hayan sido maniobras de un encubrimiento doloso, para ocultar a un homicida.

Aunque esto lo decidirán el fiscal Molina Pico y el juez Barroetaveña, que aún deben resolver un pedido de eximición de prisión que presentaron Horacio García Belsunce (h.), hermano de la víctima; el cuñado de la fallecida, Guillermo Bartoli, y el esposo de la señora, Carlos Carrascosa, cuando comenzaron a arreciar las versiones sobre inminentes detenciones.


RESOLUCIÓN JUDICIAL

El juez puede sostener que no hay motivos para resolverlo porque ninguno de ellos está formalmente imputado en la causa, o aceptarlo y disponer alguna caución, si es que considera que hay elementos que los convierten en sospechosos, o rechazarlo, debido a la gravedad del hecho que eventualmente se les imputaría.

La policía ya advirtió que son sospechosas las conductas familiares: tratar de evitar que llegara un patrullero hasta la casa la noche del crimen y el haber tirado una pieza metálica al excusado, que luego se supo que era una bala. A esto se suman las declaraciones de uno de los médicos que revisaron el cuerpo y que jura que advirtió sobre la posibilidad de una muerte violenta, entre otras acciones u omisiones que pusieron en tela de juicio el papel que jugaron los primeros que llegaron a la escena del crimen.

En el entorno familiar se vivió con dolor esta Navidad, aunque están convencidos de que se está cerca del final del caso. Ayer, el abogado de la familia, José Licinio Scelzi, señaló a LA NACION que “los enigmas que este doloroso caso presenta probablemente comenzarán a contestarse en pocas horas o pocos días”.

Tras destacar la labor de Molina Pico y los investigadores, el letrado indicó que “la familia de María Marta García Belsunce, su marido y algunas amistades han contribuido y contribuyen cotidianamente de modo muy activo al progreso de las averiguaciones”.

Por eso indicó que de no ser por estos aportes de amigos y parientes “realizados a la fiscalía, el sumario no registraría el grado de avance que hoy contiene”.


INMINENTES NOVEDADES

“Pronto sabremos que algunos de los presuntos indicios que más atención suscitaron en los investigadores y a mí mismo sirvieron sólo para distraer y oscurecer el recto camino de la reconstrucción de la verdad que interesa al caso”, expresó.

Y consideró: “Siento que estamos cerca de identificar a la persona responsable del homicidio”.

Para el letrado, los avances de la causa “despejarán confusiones y eliminarán conjeturas, muchas de las cuales alcanzaron el estadio de profundas ofensas a la honra y a la reputación de inocentes”.

Por más que haya suficientes indicios que convenzan al juez de que es hora de librar una orden de arresto, el desafío es recolectar las pruebas que lleven a su condena, reflexionó uno de los investigadores.

Por Hernán Cappiello De la Redacción de LA NACION


HARÁN CAREOS POR LA PARTIDA DE DEFUNCIÓN

El juez de instrucción porteño Julio Lucini convocó para hoy al cuñado de María Marta García Belsunce, Guillermo Bartoli, a enfrentarse en un careo con dos gerentes de la funeraria Casa Sierra, en la causa en que se investiga a una banda supuestamente dedicada a librar certificados de defunción irregulares.

En ese expediente, el juez decidió el martes último mantener detenido al médico que firmó el acta de defunción de la víctima del homicidio, Juan Carlos March, quien, sin ver el cuerpo, certificó que la señora había muerto de un “paro cardíaco no traumático e insuficiencia cardíaca aguda” y dató la muerte en un departamento de la calle Junín al 1300 de la Capital. Los honorarios del facultativo habrían sido de 70 pesos.

También permanecieron detenidos durante la Navidad el encargado de la sucursal de Casa Sierra de la calle Riobamba al 100, Norberto Cierco, y otro empleado de la empresa, Marcelo Ferrini.

Con ellos se realizará el careo con Bartoli, pues hay contradicciones acerca de horarios y de la forma en que el cuñado de la víctima solicitó la realización del servicio fúnebre. Bartoli, el martes último, aportó los números de dos de los cheques personales que libró para pagar el servicio.

En esa causa, fueron liberados siete empleados de Casa Sierra por falta de mérito.

El caso del certificado de defunción de María Marta García Belsunce es apenas la punta visible de una investigación mayor que pretende desnudar cómo algunas cocherías, con la complicidad de médicos venales, libran actas de defunción irregulares que, como en este caso, pueden llegar a ocultar un crimen o beneficiar a supuestos deudos con el cobro de pensiones.

En la causa ya se incorporó una treintena de certificados de defunción. Cuando se termine de analizar la documentación secuestrada en Casa Sierra, no se descarta que la cantidad de casos dudosos se amplíe y se incluya a otras empresas.

“Hasta es probable que llegado el caso se ordenen algunas exhumaciones”, dijo a LA NACION un allegado a la causa.


Fuente


martes, 24 de diciembre de 2002

Misterio por una mucama

Una mujer misteriosa, cuyo nombre aún nadie acierta a revelar, está por estas horas entre los objetivos primarios en la agenda de los investigadores del asesinato de María Marta García Belsunce.

Para ellos, identificarla y escuchar qué tiene para decir, no sólo de los motivos de su presencia en la escena del crimen sino de lo que vio en ella, es crucial para avanzar en el esclarecimiento del homicidio ocurrido en el country Carmel, de Pilar, el 27 de octubre pasado.

Todo indica que se trata de una empleada doméstica. Su presencia en la escena del hecho -una mujer vestida con un uniforme de personal de servicio color rosa- fue consignada por Santiago Biasi, el segundo médico que revisó a la víctima el día del crimen, en su primera declaración.

Desde el 11 de noviembre, día de ese testimonio, el círculo íntimo de la familia negó invariablemente la presencia de personal de servicio en la casa. Pero ahora, según confiaron a LA NACION allegados a la causa, vecinos y amigos admiten que una mujer a la que ninguno de ellos conoce entró en la casa menos de una hora después del descubrimiento del hecho y se fue tan misteriosamente como llegó.

Ubicar a esta mujer es, ahora, también un objetivo primario para la familia de la víctima. Ante un panorama en el que los integrantes de ese círculo íntimo están primeros en la lista de sospechosos, a la luz de gravísimas acciones y omisiones que el fiscal de Pilar Diego Molina Pico evalúa para determinar si configuran o no un cuadro de encubrimiento del crimen, vecinos que defienden a ultranza la inocencia de los familiares de García Belsunce la buscan ahora. Creen que ella, la única sin una buena excusa para haber estado en la casa apenas conocida la muerte, puede ser la clave de acceso para descubrir quién, fuera del círculo íntimo, podría estar detrás del asesinato.

La eventual aparición de esta mujer, al menos por ahora, tiene entonces una importancia radical -aunque eventual- para la familia, en tanto es útil a los investigadores para obtener una versión de la escena del hecho y de sus protagonistas distinta de la del círculo íntimo de la víctima y de los dos médicos que la atendieron, cuyo papel en el caso es objeto de duros cuestionamientos.

Para los defensores de la familia, esa mujer podría haber sido enviada por el autor del homicidio para "registrar" qué ocurría en la escena. Esa hipótesis encierra una sospecha: el asesino es, para ellos, alguien que vive en el country.

Es curioso, pero los investigadores también están convencidos, luego de las últimas probanzas agregadas al expediente, de que, como a la usanza de los clásicos de la novela negra de misterio, el crimen ocurrió en una suerte de habitación cerrada, infranqueable, una metáfora para describir un country en el que la entrada o salida de desconocidos es -o debe ser- escrupulosamente registrada.


ACCIONES INEXPLICABLES

Mientras el sospechado círculo íntimo apuesta a que alguna circunstancia aleje el dedo acusador de la Justicia de él, quizá de la mano de lo que pudiera confesar la mujer misteriosa, el fiscal y los detectives de la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) de San Isidro esperan los resultados de los peritajes que actualmente se realizan sobre los restos de sangre y las huellas dactilares halladas en la escena del crimen, en lugares donde jamás podrían haber estado de tratarse la muerte de un hecho trágico, pero accidental.

Aún no hay precisiones, dijeron fuentes de la investigación, respecto del grupo y factor de las manchas hemáticas levantadas del piso del baño, de la alfombra del dormitorio y del antedormitorio, de un cuadro y de la pared donde estaba colgado, de un sillón y de las paredes de la escalera que conduce al primer piso de la casa en la que vivían la víctima y su esposo, Carlos Carrascosa. El peritaje de esas huellas develará si la sangre hallada es sólo de María Marta García Belsunce o si el eventual atacante de la mujer fue herido, en un acto de defensa. De ser así, se estaría a un paso de atrapar al asesino.

Otra cuestión es la de las huellas dactilares: los investigadores descartaron que fuesen de la víctima, y también de delincuentes con prontuario. Pudieron hacerlo, precisamente, porque ya saben a quién corresponden tales improntas. En este sentido, la identidad del dueño de la mano que dejó marcas en la escena es un secreto inexpugnable que, por ahora, sólo conoce un círculo íntimo de investigadores y el fiscal.

Semejante silencio tiene una explicación, confiaron las fuentes: actualmente se revisan todas las declaraciones y la lista de presentes en la escena para establecer en qué circunstancias fueron dejadas las huellas por su dueño y si esas circunstancias revelan algún tipo de participación, o bien en el crimen o en un eventual borrado de rastros.

Pero no son sólo estas dudas, sólo develables a partir de la física y de la química criminalísticas, las que intentan esclarecer los investigadores: el fiscal y sus colaboradores estudian y contrastan minuciosamente declaraciones y hechos para evaluar si la serie casi inexplicable de actitudes reñidas con la ley protagonizadas por el círculo íntimo de la víctima configuran, al cabo, eventuales actos de encubrimiento criminal.

La sucesión de irregularidades, por ser tal, alimenta las sospechas, a contramano de la buena fe que, como argumento exculpatorio, se esgrime desde la familia. Así lo dijo el jueves último el director de Investigaciones de San Isidro, comisario inspector Aníbal Degastaldi.

Curiosamente, gran parte de las irregularidades descubiertas surge de la declaración de familiares ahora bajo sospecha. Ese, precisamente, es uno de los argumentos a los que se abrazan los integrantes del círculo íntimo en su defensa.

Ellos fueron los que dejaron plasmado en el expediente que habían tirado por el excusado, envuelto en papel higiénico, un objeto de metal aplanado en uno de sus lados, que creyeron un sostén de estanterías de biblioteca luego de descartar que se tratara de una bala. Respuestas a dos preguntas buscan los investigadores al respecto: ¿cómo haber descartado la teoría del asesinato, a expensas del accidente en la bañera, si se llegó a pensar que el objeto podía ser una bala?, y ¿por qué someter la decisión de deshacerse de un objeto aparentemente inocuo a un cónclave familiar?

La decisión de hacer gestiones para impedir la llegada al lugar de la policía -incluida una llamada a un alto jefe policial e incluso la sugerencia de apelar a una coima-, la limpieza de la escena y la falta de aviso a la Justicia o a un médico legista también son evaluadas en esa línea.


Por Fernando Rodríguez De la Redacción de LA NACION


Fuente

viernes, 20 de diciembre de 2002

Tapa del diario Clarín del 20 de diciembre de 2002


Declaración testimonial de Antonio Daniel Cachi


Analizan huellas del presunto asesino

Cuatro huellas dactilares halladas en la escalera y en la planta alta de la casa de María Marta García Belsunce, en el country Carmel, en Pilar, pueden ponerle nombre y apellido al autor de los disparos asesinos o, por lo menos, a quien limpió rastros de sangre de las paredes de la escena del crimen.

Los rastros, tres de ellos de dedos y uno de la palma de una mano, fueron levantados por los detectives científicos y cotejados con los archivos policiales para determinar a quién pertenecen. Ya se sabe que no son de la víctima, y una primera comparación realizada sobre la base de datos de huellas de personas con antecedentes penales determinó que quien dejó aquellas improntas no es un delincuente conocido, confiaron a LA NACION fuentes de la investigación.

Ahora, la búsqueda se dirige a comparar aquellos rastros papiloscópicos con las huellas dactilares y palmares de los familiares y amigos de María Marta García Belsunce que estuvieron en la casa poco antes y después del 27 de octubre a las 19, cuando se descubrió el cuerpo de la mujer semisumergido en el sauna de su baño y con seis marcas de disparos en el cráneo.

La Procuración General bonaerense, de la que dependen los detectives de la Policía Judicial que intervienen desde el viernes último en la investigación, tienen computadoras cuyas bases de datos están conectadas en red con el AFIS (sistema de identificación automática de huellas dactilares) de la Policía Federal, en el que es posible rastrear en cuestión de minutos las huellas de las personas que alguna vez hayan tramitado un pasaporte o una cédula de identidad.

A principios de noviembre último, expertos de la Policía Científica de San Isidro inspeccionaron la escena del crimen. A simple vista, en la pared de la escalera o en la planta alta no advirtieron rastros sospechosos.

Pero al aplicar un polvo imantado de color negro apareció ante sus ojos la marca de una mano izquierda -una palma y cinco dedos- orientada de arriba hacia abajo, sobre la pared del primer tramo de la escalera, a una altura de 1,85 metro. Muy cerca apareció la impresión de otra palma, también de una mano izquierda, y fragmentos incompletos de huellas digitales a 1,60 metro del piso.

Otros tres restos de huellas dactilares fueron levantados por medio de los reactivos químicos en una de las paredes del dormitorio, junto al baño.

Excepto la primera marca de mano completa, que no sirve para realizar una eventual identificación personal, según los peritos, las otras cuatro huellas fueron levantadas con cintas adhesivas y traspasadas a una superficie vidriada para su posterior escaneo e incorporación a la base de datos computadorizada a partir de la cual se realizan las comparaciones.

Fuentes de la investigación dijeron a LA NACION que esas huellas podrían echar luz sobre el desarrollo completo del homicidio. Las hipótesis son dos: sabiéndose ya que no es de la víctima, esa mano pudo haber sido de la persona que siguió a María Marta García Belsunce escaleras arriba hasta el baño en suite, donde la víctima apareció muerta de cinco balazos.

La otra teoría, especularon las fuentes, es que esas improntas hubiesen quedado registradas cuando una persona aún no identificada limpió, aparentemente con un paño, las salpicaduras de sangre que, por medio de elementos reactivos, los detectives científicos descubrieron en las paredes de la planta alta y de la escalera, y en la alfombra del dormitorio matrimonial.


UNA HIPÓTESIS DEL CRIMEN

El secretario de Policía Judicial bonaerense, Jorge Amorín, dijo ayer a LA NACION que los rastros de sangre hallados permiten hacer una reconstrucción de la probable secuencia del homicidio.

Cree que María Marta García Belsunce fue sorprendida por su asesino en la planta baja de la casa. Allí la atacó por primera vez, según su hipótesis: "Es posible que le haya efectuado un disparo que atravesó el cuero cabelludo, rebotó contra el cráneo y salió despedido con dirección incierta", especuló.

Ese proyectil es el único que no fue encontrado, ya que los otros cinco quedaron alojados en el cráneo de la víctima. Ese plomo faltante podría ser el objeto metálico que uno de los hermanos de la muerta halló debajo del cadáver y que, tras una deliberación en el más íntimo seno familiar, fue desechado por el inodoro, envuelto en papel higiénico, como lo adelantó LA NACION en su edición de ayer.

La presunción de Amorín, sin embargo, no alcanza a explicar cómo llegó el sexto plomo a la planta alta de la casa. El secretario de la Policía Judicial sostuvo, al respecto, que quizás ese proyectil quedó enredado en el cabello o entre las ropas de la víctima; sí precisó que ese plomo de calibre 32 no quedó alojado en el cuerpo de la mujer por el ángulo del disparo y, eventualmente, porque era una bala vieja o con poca potencia.

Otras fuentes, en cambio, se acercan a una hipótesis distinta: sostienen que la mujer, en realidad, pudo haber sido golpeada con un objeto contundente -quizá la culata del revólver homicida- y que, atontada, maría Marta García Belsunce corrió escaleras arriba, perseguida por su asesino, hasta que encontró su final.

Según esta teoría, entonces, los seis disparos -el cargador completo de un revólver calibre 32- fueron efectuados en la planta alta, entre el dormitorio y el baño, donde terminó el cadáver.

De acuerdo con la hipótesis de Amorín, las manchas de sangre en la escalera serían indicio del desplazamiento de una víctima herida. Según la teoría alternativa, podrían ser restos que, de algún modo, salpicó el asesino en su huida.

En la planta alta se hallaron salpicaduras de sangre sobre una de las paredes del dormitorio, junto al baño. Los rastros estaban en un cuadro y debajo de él, a 1,60 metro de altura, casi la misma estatura de la víctima.

La presunción es que su asesino la empujó contra la pared, y eso dejó tales improntas sanguíneas.

Junto al cuadro, en el antedormitorio, al término de la escalera, se ubica un sillón estampado. En él también había manchas de sangre que fueron lavadas, a la altura del respaldo. Esto hace pensar al jefe de la Policía Judicial que la víctima fue arrojada sobre ese sillón.

Ese habría sido el penúltimo acto del crimen. Todo indica, según los peritos, que los cinco disparos mortales fueron efectuados ya dentro del baño en suite, donde sólo apareció una mancha de sangre espesa, de tipo arterial y casi coagulada, de unos 20 centímetros, junto al inodoro.

Esa mancha, que fue vista y descripta por los dos médicos que llegaron en ambulancias y por al menos otro testigo, no provenía de la bañera en la que, según Carlos Carrascosa, apareció su esposa, semisumergida en un agua tibia y ensangrentada.

"Yo no creo que un asesino a sueldo haya limpiado toda la sangre; hubiera perdido tiempo y se arriesgaba a que lo sorprendieran. Por eso nos llama tanto la atención la obsesiva limpieza", dijo Amorín, que se negó a ampliar tal teoría.


UN ELEMENTO SOSPECHOSO

En el último rastrillaje en el Carmel, el domingo último, se intentó ubicar sin éxito el revólver asesino. Sin embargo, un elemento casero que pudo haber sido usado como arma el día del crimen ya estaba en poder de los investigadores desde mediados de noviembre.

Se trata del atizador de un hogar a leña que estaba en el dormitorio. En la punta de ese elemento había rastros de sangre, por lo que se pensó que se trataba del arma asesina hasta que la autopsia confirmó la existencia de seis disparos. Ahora se cree que ese atizador pudo haber sido usado por la víctima para defenderse o por su asesino para atacarla.

Por Hernán Cappiello y Fernando Rodríguez De la Redacción de LA NACION


LUMINOL

Las manchas de sangre halladas en la casa del country estaban lavadas. La única forma de verlas fue aplicando un reactivo químico especial llamado Luminol. Una vez rociadas, se apagó la luz de la vivienda y sobre las paredes, la alfombra y la escalera de la casa aparecieron los vestigios de los manchones de sangre que habían sido borrados por el asesino. Tenían una luminosidad turquesa fosforescente. Como el peritaje puede dar una reacción positiva falsa, los estudios se repitieron al aplicar en esos sectores otra sustancia: peróxido de hidrógeno. Esa vez también los resultados fueron positivos.


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