Web Toolbar by Wibiya Caso García Belsunce: enero 2018

lunes, 29 de enero de 2018

En primera persona: "La oscura historia del vecino más sospechado del country"

El hermano de la víctima relata los puntos sombríos de la causa del crimen de María Marta, por qué sospecha de Nicolás Pachelo y el rol de la misteriosa “dama de rosa”

Por Horacio García Belsunce

Nicolás Pachelo era el vecino más sospechado del country de Pilar. Así titulaban los principales diarios hace quince años. Pero el fiscal Molina Pico no tomó ninguno de los indicios que tenía para investigarlo. Su testimonio estaba lleno de puntos oscuros, pero el representante de la Justicia ya había "elegido" a los culpables. Y esbozó su teoría ante los medios: Carlos Carrascosa había asesinado a María Marta con cinco proyectiles en la cabeza y parte de la familia había encubierto. Ahora había solo que "armar" la prueba que sostuviera su teoría.

¿Qué es lo que obvió Molina Pico? ¿Qué dejó de lado para llevar adelante su "maquiavélica" estrategia y acusarnos de tan horroroso crimen?

En su declaración testimonial, Pachelo dice "que no estaba en Carmel a esa hora (…) que se fue a buscar a su madre en Capital (Esmeralda y Libertador) para ir al shopping Paseo Alcorta ("Mundo del juguete") a comprar un regalo para su hijo y volvió alrededor de las 23 hs".

¿Qué indicios o antecedentes tenía Molina Pico para poner en duda esta declaración?

*Que tres chicos -de entre 13 y 14 años- declaran en la causa "que habían ido a ver River-Boca por televisión al House de menores y que por indicación de sus padres o abuelos tenían que volver enseguida para regresar a Capital evitando el tránsito". El partido terminó 18:07, según el informe de AFA. Los adolescentes dicen que camino a sus casas se cruzan con Pachelo que venía trotando, que los pasa, saluda con una mano y dobla en la calle que desemboca en lo de María Marta. Que uno de ellos sigue caminando para su casa y ve a Pachelo ya a mitad de cuadra hacia lo de mi hermana y al escuchar un ruido se da vuelta y ve a María Marta que en bicicleta dobla hacia su casa.

*Que está registrado su ingreso en Carmel a las 17:34.

*Que hay dos fotogramas de las cámaras de seguridad de la puerta de entrada del Carmel (guardia) que a las 18:59 lo muestran a Pachelo yéndose por la salida de visitas (para que no quede registrada la hora), y por la puerta de entrada se ve a la masajista Beatriz Michelini, ingresando.

*Que de su celular surge que tiene llamadas entrantes y salientes que lo registran en lasceldas de Pilar entre las 19 y 20 hs, no en Capital ni en su trayecto como él declaró.

*Que la supuesta compra del regalo a su hijo fue hecha con la tarjeta de crédito de su madre, lo que -obviamente- no acredita que él haya realizado la compra o estuviera en el shopping Paseo Alcorta.

¿Qué otros antecedentes tenía el fiscal de Nicolás Pachelo que podían justificar que se lo investigara?
Varios anteriores a su vida en el Country Carmel. A saber:

*Siendo muy chico le prendió fuego a la cuna de su medio hermano, recién nacido; hecho que me relató su madrastra, ex mujer de Roberto Pachelo, su padre.

*La muerte de su padre, quien se habría suicidado. Su madrastra también me dijo que dudaba del suicidio ya que se lo encontró en una posición inusual sobre el borde de la cama, del lado contrario al que solía dormir, con un tiro en el parietal izquierdo – él era diestro – y con el brazo derecho en alto, como en una posición defensiva. Que el hecho ocurrió en la casa de la Tosquera de su progenitor, donde solo estaban el padre, Nicolás, Inés Dávalos -su ex mujer hoy- y su hijo de meses.

*La señora también me contó que Pachelo llegó muy tarde al entierro y que luego se supo que toda la documentación del portafolio de su padre había desaparecido junto con las llaves de la caja fuerte, acciones de la sociedad y documentación. Nada se sabe sobre lo que hizo Pachelo para que se investigara el "suicidio" de su padre. Curiosa y casualmente la casa de la Tosquera se incendió a los pocos días.

¿Qué se sabía de los robos en Carmel por los que estaba acusado Pachelo?

Hay hechos comprobados de varios robos que Nicolás Pachelo hizo en diferentes casas del country. Voy a omitir los nombres de las personas que sufrieron estos ilícitos, pero no los hechos que fueron comprobados.

*Se robaron en Carmel una computadora y chequeras a un vecino; palos de golf a tres vecinos que luego llevó a vender a Villamil & Hernández en Costa Salguero; elementos que luego fueron reconocidos por los damnificados. Pachelo firmó la entrega de los 46 palos y está filmado. Fue responsable de la desaparición de Tom, el perro labrador de MM, lo que quedó acreditado en la causa por la declaración del criador de perros Pérez Cometto.

¿Qué pasó cuando Pachelo dejó de vivir en Carmel? Ocurrieron otros hechos delictivos que lo señalaron como responsable.

*Robó a sus amigos. ¿Cómo? Les sacaba las llaves de sus casas de los bolsos en los vestuarios cuando jugaban al fútbol. Después los llamaba por teléfono a ver si iban a estar el fin de semana y si no estaban, les robaba. Se encontraron algunos de los objetos robados en una casa de la calle Libertad, ya que Pachelo dio el apellido de su madre pero firmó y dejó su número de DNI para la consignación.

*Pachelo reconoció ante la Justicia haberle robado a sus amigos. El juez Bergés llevó la causa, investigó, allanó su casa (encontraron gran cantidad de juegos de llaves, varios DNI y objetos robados) y lo metió preso. Su abogado Roberto Ribas le consiguió un juicio abreviado (hay que reconocer culpabilidad) y le redujeron la pena.

¿Cómo surge la sospecha sobre Inés Dávalos, hoy su ex mujer? ¿Tenía Molina Pico elementos o indicios que justificaran que fuera investigada?

Entre las primeras declaraciones de la causa está la del doctor Biasi, médico de la segunda ambulancia –Emernor–, que entre todas las mentiras ("dije que había que llamar a la policía, yo pedí un código azul", "la casa estaba llena de sangre", "les dije que no limpiaran la sangre del baño", etc) afirma que vio a una mujer vestida de rosa "como con un uniforme".
En una reunión que tuvimos en Carmel (familiares y amigos que estuvieron en casa de María Marta en los primeros momentos posteriores a la muerte) recuerdo esa declaración de Biasi y les pregunto: "¿Alguien vio a esa mujer de rosa en la casa?".
Una de las mejores amigas de mi hermana dice que recordaba haber visto una mujer de rosa, como con uniforme, acompañando a otra de las amigas de María Marta, y pensó que podía ser alguna enfermera o asistente terapéutica de ella (María Marta no tenía empleada doméstica los fines de semana). Agregó que en un momento cruzó con esa mujer de uniforme "una mirada que le costaba olvidar".
Habíamos contratado a un reconocido criminalista, el doctor Raúl Torre, para que nos ayudara en la investigación. Junto con el doctor Scelzi, nuestro abogado y amigo, le comentamos esto a Torre. El abogado sugirió que la amiga de María Marta se pusiera en manos de un especialista para realizar un identikit. Así se hizo y surgió el perfil de la mujer que hoy todos conocen: la misteriosa dama de rosa.

¿Cómo surge de ese identikit el nombre de Inés Dávalos?

Carlos Carrascosa y yo estábamos en una reunión en el estudio de Scelzi, con la presencia de Torre, analizando todas las puntas de este tremendo hecho. Carlos va al baño y el criminalista saca de su portafolio una carpeta con el identikit (vale aclarar que ninguno de los presentes, excepto Carlos, había visto nunca a Inés Davalos) y lo coloca en la mesa frente a donde se sentaba él. Cuando vuelve del baño ve el identikit y exclama: "Esta es la mujer de Pachelo". Nos quedamos helados.

Inmediatamente pedimos incorporar el identikit a la causa. Molina Pico dijo que NO.

Por esos días la señora Mirtha Legrand me había invitado a sus almuerzos, pero yo no le había contestado. Scelzi me dice que acepte y que muestre el identikit al aire, ya que el fiscal nos denegaba incorporarlo al expediente.
Me reuní con la señora Legrand en su casa (estaba mi ex mujer Leila), le hice algunas sugerencias (que no hubiera otros invitados y que no almorzáramos, solo café), pedidos que gentilmente aceptó.
Fui al canal. Una vez al aire, mostré el dibujo de la dama de rosa a cámara y dije: "Este es el identikit que una íntima amiga de María Marta, presente en los momentos inmediatos a su muerte, realizó ante especialistas respecto de esa 'mujer de rosa' que identifica el médico Biasi en casa de mi hermana. Si alguien tiene alguna información de esta persona, por favor que se acerquen a la fiscalía de Pilar y hablen con el fiscal Molina Pico".
Para mi sorpresa la señora Legrand me informa que está en línea telefónica, muy enojado, el señor Nicolás Pachelo. Me niego a dialogar con él, pero la señora lo saca igual al aire. Pachelo dice: "No voy a permitir que este señor me siga involucrando en la muerte de su hermana y ahora encima se meta con mi mujer". Yo nunca la había nombrado.

¿Cuál fue la coartada de Inés Dávalos?

La mujer de Pachelo en ese entonces declaró ante la justicia que a eso de las 16 hs se había ido con su hijo menor para dejarlo en Capital y luego concurrir a un recital con una amiga. Que se había viajado en una Combi que trasladaba a vecinos que vivían en el Carmel. Sin embargo, no hay ningún registro de salida de Carmel de Inés Dávalos el 27 de octubre. Ni caminando, ni en auto, ni en remise y ese día no funcionaba el servicio de Combis.

Del cruce de llamadas entre los celulares de la mujer de Pachelo y la amiga que sostiene su coartada del recital surge que son captados en las celdas de Pilar y Tortugas (donde vive su amiga), no en Capital.

María Marta nos dejó una prueba que puede conducirnos hacia sus asesinos: una mancha de sangre sobre la alfombra de la entrada al baño. La sangre fue analizada por los peritos: tiene un perfil de mujer QUE NO ES MI HERMANA.

Inés Dávalos fue la única persona que se negó a realizarse la prueba de ADN.





lunes, 22 de enero de 2018

En primera persona: "Cómo me enteré de que mi hermana tenía cinco proyectiles en la cabeza"

El hermano de la víctima narra los detalles del llamado telefónico que le informó el resultado de la autopsia. Los errores del fiscal Molina Pico. Crónica de un asesinato que conmocionó al país

Por Horacio García Belsunce

Serían las nueve de la noche del 2 de diciembre de 2002.
Suena el teléfono: era el responsable de los médicos Flores y Moreira, designados por Molina Pico para realizar la autopsia de María Marta.

Este fue el diálogo:

–Horacio, terminó la autopsia y tengo una noticia horrible para darte…
–¿Qué pasó?
–María Marta tiene cinco proyectiles en la cabeza… ¡Lo siento mucho!

No pude seguir hablando. Al inmenso dolor se agregaba el horror. Tenía que darle la noticia a Carlos, el Gordo, a mis padres, a mis hermanos… ¡Fue espantoso!

Lo llamo a Molina Pico:

–¿Diego, te enteraste?
–Sí… ¡Qué horror!
–No puedo creerlo… Y nosotros convencidos de que fue un accidente…
–¡Qué barbaridad! ¿Y ahora qué hacemos? (Textual)
–¿Cómo qué hacemos? Empezar ¡ya! a investigar para saber quién o quiénes la mataron.

A partir de ese momento me puse a disposición del fiscal mañana, tarde y noche. Solo me faltó dormir en la fiscalía. Y le acercábamos de inmediato todo lo que pedía.
Llamo a Felipe Solá, entonces gobernador bonaerense y amigo de muchos años:

–¡Qué horror, Horacio! ¿Qué necesitás?
–Que si es posible, pongas a disposición de Molina Pico todo lo que necesite para investigar y saber quién o quiénes la mataron.

Horacio “Yayo” Zarracán, esposo de María Laura García Belsunce, junto a María Marta y su marido, Carlos Carrascosa

Pero a partir de entonces se produce el giro de Molina Pico: el inicio de su estrategia maquiavélica…

La certeza del asesinato de María Marta complica su actuación a partir del 28 de octubre.

Sus "errores" (no llevar médico forense, no ordenar una inmediata autopsia, no preservar pruebas, no identificar testigos…) se convertirían en incumplimiento de los deberes de funcionario público y lo pondría al borde de un jury de enjuiciamiento y al fin de su carrera.
Tenía dos caminos:

1) Cumplir con su deber de fiscal y profundizar la investigación para descubrir la verdad,
2) Priorizar la continuidad de su carrera, minimizando o ignorando sus errores.

Se decidió por el segundo camino: "la familia me engañó", "Carlos es el asesino", "la familia encubrió".
Pero a pesar de su ineptitud, se dió cuenta de que no podía recorrerlo en soledad.

Por esos días se produce un importante cambio en la conducción de la instrucción de las investigaciones. Ya no estarían más en manos de los jueces sino en la de los fiscales (Sistema acusatorio). Los jueces quedarían como garantía de los derechos y garantías de los acusados e imputados. Un gran cambio y una tremenda responsabilidad para los fiscales (muchos de ellos, jóvenes sin ninguna o casi ninguna experiencia), y más responsabilidad para el jefe de todos ellos, el procurador general bonaerense Matías de la Cruz.

Molina Pico recurre al procurador con la excusa de la trascendencia de la causa y la necesidad de recursos para seguir adelante.
En realidad, De la Cruz tuvo problemas en algunas causas por el accionar de sus fiscales, no podía dejar zapateando en el agua a otro de los suyos… y menos en un caso tan grave.
Le brinda todo su apoyo a Molina Pico, pero le exige una inmediata conferencia de prensa para explicar su teoría del crimen de María Marta.
Molina Pico lo hace: conferencia de prensa con todos los medios a su disposición…
Expone su teoría sobre el engaño de nuestra familia y su convicción sobre la responsabilidad de Carlos Carrascosa como autor, y de parte de la familia: (Guillermo Bártoli, mi cuñado; John Hurtig, mi hermano, y yo, junto con Gauvry Gordon, médico de la primera ambulancia, y Sergio Binello, íntimo amigo de María Marta y Carlos, M y Carlos), ¡como encubridores!

Una locura impensable: encubrir el asesinato de mi hermana. En qué cabeza puede caber. Es no conocerme, no conocernos…
Para el periodismo, un buen negocio: una familia honorable presentada ante la sociedad como una banda de mafiosos…
Por supuesto, una gran parte de la sociedad también compró la historia. No se habló de otra cosa en los comienzos del 2003. Fuimos tapa de los principales diarios durante casi dos meses. Diarios, revistas, radios, televisión…
Nada de lo que decíamos para explicar nuestra absoluta inocencia tenía valor. Molina Pico era el héroe que se había animado, como él mismo dijo, "a investigar e imputar a los ricos".
El periodismo compró todo el pescado podrido que les vendió el fiscal.

Luego se sumó a ese coro el responsable de la comunicación designado por el procurador general, un tal Vedio, ocupado en hacer llegar a los periodistas y medios todas las falsedades imaginables que distorsionaran la verdad y se le ocurrían a Molina Pico para elaborar y concretar su maquiavélica estrategia.
Injuriaron y calumniaron a María Marta, indujeron testigos, tomaron declaraciones testimoniales fuera de sede, manipularon testigos y pericias, mintieron… ¡Mintieron!
Un ejemplo de esa manipulación: Molina Pico le pide al juez Barroetaveña la prisión preventiva de Carlos Carrascosa. El juez la deniega diciéndole que no hay elementos de prueba suficientes. Entonces inventa la pericia del pegamento para tapar los orificios de los proyectiles en la cabeza de María Marta.

Aclaración clave: para elaborar pegamento se necesitan dos componentes, ciano y acrilato.

Encontraron ciano, usado en muchos productos. Por ejemplo, los champúes contra piojos usados por María Marta en su trabajo solidario en comedores populares y villas trabajo solidario en comedores y villas, en selladores de los ataúdes, etcétera.
Pero no encontraron acrilato. Por lo tanto, no había pegamento.
Sin embargo la pericia concluye que "habiéndose encontrado el componente del ciano… podría ser que hubiera acrilato".
¡Increíble, pero cierto!
Al día siguiente, tapa de Clarín en letras de molde: "Hallazgo macabro: pegamento en la cabeza de María Marta".

El juez Barroetaveña se asusta, y bajo semejante presión dicta la prisión preventiva de Carlos Carrascosa.
Pero luego se arrepiente, porque los mismos médicos forenses que hicieron la autopsia declaran que "No había ninguna muestra de pegamento en los orificios de la cabeza de María Marta".
Sin embargo, hasta hoy, mucha gente sigue diciendo que tapamos los orificios con pegamento, a pesar de que en la causa está acreditado lo contrario…

Y otro dicho se transformó en sentencia popular:

–¿Cómo pueden confundir cinco orificios en la cabeza con un accidente en la bañadera?

Puedo explicarlo: ninguno de los cinco proyectiles tenía orificio de salida.
Además, los médicos que practicaron la autopsia declararon:

–Para ver los proyectiles tuvimos que lavar, rapar, cortar la calota craneana, licuar toda la masa encefálica, y recién ahí, con asombro, vimos los proyectiles en la cabeza.

No creemos que los médicos de emergencia de las ambulancias que llegaron, y ni siquiera un médico forense que hubiera ido, pudieran darse cuenta de que María Marta tenía cinco balazos en su cabeza. Y creer que los familiares se percataran de ello… es una locura. Creer que los familiares pudieron haberse percatado, es una locura.

¿Qué médicos forenses pudieron y debieron haber ido, y no fueron?

1– El que debió llevar Molina Pico el 28 de octubre a la mañana.
2– El que mi cuñado Guillermo pagó de su chequera personal a la funeraria para que fuera.
3– El que le pedía esa mañana al comisario Casafús.
4– El que llamó Romero Victorica y no llegó porque estaba en Baradero.

Otra: "¿Cómo pueden confundir una bala con un sostén de estantes de biblioteca (el pituto)?
Esto me toca muy en lo personal.

Hubo un periodista que llegó a colocar distintos tipos de bala sobre un escritorio y dijo: "Con esto confundió Horacito un sostén de estantes… ¡Por favor!"
Explico. No soy tan estúpido como para confundir una bala con un sostén de estantes. Lo que encontramos fue un proyectil disparado y aplastado que puede tomar distintas formas, y en este caso tomó la forma de ese pedacito de metal que, según mi apreciación, era un sostén de estantes. Nunca en mi vida había visto ninguno…

Cada vez eran más las mentiras, las calumnias, las injurias, los testimonios mendaces o falsos y las manipulaciones de todo tipo que nos sumían en una pesadilla casi imposible de explicar. Carlos preso sin pruebas, sin móvil, sin arma. Nosotros imputados por encubrimiento sin pruebas: con mentiras…

¡Pobre María Marta, cuántas veces la mataron!

A esa altura creíamos que había sido un intento de robo. Que María Marta había llegado antes que los ladrones, imprevistamente. Que los conocía, y no tuvieron más remedio que matarla. Supimos que a escasos cien metros vivía un vecino conflictivo que robaba en las casas: palos de golf, computadoras, chequeras, y que María Marta sospechaba que le había robado a Tom, su perro. 
Que por estos antecedentes le dijeron que se fuera de Carmel. 
Que aquella tarde trotaba a eso de las seis y diez de la tarde hacia lo de María Marta cuando ella volvía a su casa en bicicleta.
Que mientras la velábamos, el 28 de octubre a eso de las ocho de la mañana, estaba en la confitería de la ESSO de Pilar preguntándole a un mozo de apellido Monzón:

–¿Sabés algo de la mina que mataron en Carmel?

¿Por qué preguntó "la mina que mataron", si la estábamos velando por haber muerto en un accidente en la bañadera?

Dato clave: el mozo ratificó la situación y la pregunta en todas sus declaraciones.

Conclusión: ese vecino era y es Nicolás Pachelo. El fiscal contaba con declaraciones, antecedentes y hechos que justificaban –por lo menos– una investigación.

Pero no ocurrió.





lunes, 15 de enero de 2018

En primera persona: "La palabra en el certificado de defunción que cambió todo"

En la segunda entrega de esta crónica del asesinato que conmocionó al país 15 años atrás, Horacio García Belsunce, hermano de María Marta, narra cómo fue el día después de su muerte y el absurdo error que daría vuelta la investigación

Por Horacio García Belsunce

Mañana del 28 de octubre. Creo que no pude dormir; no pegué un ojo…
Nos levantamos temprano para volver a Carmel.
Me llama John, mi hermano. Insiste con sus dudas. Le parecía raro que María Marta se hubiera resbalado… ¡con las zapatillas puestas!
En realidad, para mí, eso no tenía sustento… Yo creía que se había tropezado con el escalón que está antes de la bañadera.
Nunca pensé en un resbalón…
John me dijo que había hablado con el gordo Carlos (Carrascosa), y si yo podía conseguir un forense. Le dije que sí, por supuesto, y lo llamé a Casafús para que me mandara uno…

—Te lo mando –me contestó.

Mi segundo llamado fue para avisarle a mi amigo Juan Martín Romero Victorica (en aquel tiempo fiscal de la Cámara de Casación), que conocía y apreciaba mucho a María Marta.

—En un rato voy para Carmel –me dijo.

Llegó a eso de las diez y media de la mañana. En un aparte le conté todo: lo que yo creía había pasado (el accidente), el descubrimiento del pituto, la decisión de tirarlo al inodoro, el llamado a Casafús por la supuesta llegada de la policía, las dudas de John y sobre el accidente, el encuentro del "pituto" y haberlo tirado al inodoro, el llamado a Casafus por la supuesta llegada de la policía, las dudas de John… Todo.
Romero Victorica empieza a actuar, más como fiscal que como amigo. Conversa con todos: sobre todo con John. Pero no le doy importancia: él es así…
De pronto me llama y me dice:

—Horacio, hay cosas que no me gustan. Me parece que hay que dar parte a la Policía…

Era tanto mi dolor que no quise discutir. Estaba convencido de que se trataba de un accidente. Pero le dije:

—Juan, como quieras. Acá tengo el teléfono de Casafus. –le marqué el número en mi celular.
—Gracias –me dijo.
—Hablá con él, y hagan lo que crean que corresponda.

Al rato me dice que ya estaba todo arreglado. Que en un rato llegarían el fiscal de turno, Diego Molina Pico, y el comisario Degastaldi, jefe de la División de Investigaciones de San Isidro. Yo conocía a Degastaldi, pero no a Molina Pico…
Cuando llegaron nos reunimos en el lavadero: Molina Pico, Degastaldi, Romero Victorica, Guillermo Bártoli (mi cuñado, el marido de Irene), y yo. Les expliqué mi interpretación sobre la causa del accidente, y me puse a disposición de quienes lo creyeran necesario.
Molina Pico preguntó:

—¿Cuándo será el entierro, y dónde?
—Esta misma tarde, en la Recoleta, en la bóveda de la familia –le contesté.

Y dijo textualmente:

—Está bien. Si es en la Recoleta no hay problema…, por si eventualmente necesito ordenar la autopsia.

Sin embargo, el artículo 251 del Código Procesal Penal de la Provincia de Buenos Aires exige que se ordene la autopsia en caso de muerte violenta o sospecha de criminalidad. Y un accidente es una muerte violenta, sin duda…
Molina Pico pidió subir al dormitorio para ver a María Marta. Lo acompañó John. Estuvo un rato a medio metro del cuerpo de María Marta. También fue al baño. Nos dio sus condolencias y se fue con Degastaldi.

—Si necesito algo te llamo –me dijo; yo le había dado mi tarjeta.

Pero… ¿qué debió hacer Molina Pico y no hizo? Ante una muerte dudosa (como le dijo Degastaldi), llegar con un médico forense, ordenar inmediatamente la autopsia, preservar pruebas, e identificar testigos. Porque todos creíamos en un accidente, pero no éramos fiscales. Y él, ¡sí!
No escribió un solo renglón en la causa hasta, creo, el 31 de octubre, cuando le ordeno a la Policía Científica una diligencia en la casa de Carmel para constatar que no hubiera ningún elemento que pusiera en duda el accidente. Así se hizo, y así se constató…

Entonces, ¿por qué Molina Pico cerró la causa como "accidente"?

Alrededor del 10 de noviembre de 2002 me llama para pedirme que le lleve el certificado de defunción. Yo sabía que lo había tramitado mi cuñado Guillermo Bártoli, pero suponía que lo tendría Carlos.
Lo llamo. Me dice:

—Nos encontramos ya, y te lo doy.

Así fue. Ni abrí el sobre. Lo llevé a la fiscalía.

—Acá tenés el certificado –le dije a Molina Pico.
—Muy bien. Era lo que me faltaba para ponerle moño a la causa y cerrarla por accidente. (¡Textual!)

Pero lo lee, y se le transforma la cara.

—Acá dice "Paro respiratorio NO traumático"…, y fue un accidente.
—Ni idea, no lo leí –le dije.
—¡Estos de las funerarias siempre los mismos cretinos! Los médicos dejan firmados los certificados en blanco, y en la cochería le ponen cualquier cosa. ¡Que cagada! Con este certificado no puedo cerrar la causa como accidente…

Ese "NO traumático" fue lo que obligó al fiscal a iniciar la investigación. Si el certificado hubiera dicho "traumático", la causa se cerraba por accidente… y jamás habríamos sabido que María Marta murió asesinada. ¡Jamás!
El certificado de defunción no forma parte de mi experiencia, ya que el trámite lo hizo Guillermo, mi cuñado. Pero sí me consta que Guillermo fue a encargar un servicio fúnebre.
Que dio la dirección de mi madre en la Capital, ya que se lo exigieron en la funeraria porque María Marta murió en Pilar y se iba a enterrarla en la Capital. Que pagó con un cheque personal los honorarios del médico… ¡que nunca fue a Carmel!

Ya iniciada la investigación, y a raíz de la imputación del fiscal a Guillermo por truchar el certificado, se hizo una pericia caligráfica que determinó que la firma de Guillermo… ¡ había sido falsificada!
Ni mamá ni Guillermo pudieron soportar tanta injusticia, infamia, calumnia e injuria. Los dos se enfermaron… y murieron.

El 12 de noviembre, Molina Pico empieza la investigación.
Me llama ese mismo día, y con tono muy poco cordial, me dice:
—La familia me engañó.
—¿Qué decís? ¿Te volviste loco? –reacciono.
—Mirá lo que dice el doctor Biassi –el médico de Emernor, la empresa de la segunda ambulancia que llegó a Carmel.
—¿Qué dice?
—Que había sangre por todos lados, y que les dijo que llamaran a la policía y no limpiaran nada.
—Mirá, Diego: nosotros no te engañamos. No había más que un charquito de sangre entre el inodoro y el bidet, y un poco en la bañadera, mezclada con el agua. Vos estuviste ahí… ¿¡O creés que limpiábamos mientras la gente rezaba y velaba a María Marta!? En ese mismo momento llamé a los que estuvieron ahí con los médicos: Carlos y Guille, que me dijeron que nunca, ninguno de los médicos habló de llamar a la Policía…
Aclaro que quedó totalmente acreditado en la causa que Biassi nunca envió el código azul a Emernor, y que dijo, junto con Gauvry Gordon, médico de la ambulancia de OSDE, que limpiaran la sangre "por si al velorio vienen chicos".

Me dí cuenta de que estaba ante un fiscal incompetente.
—Te voy a tomar testimonial –me dijo.
—¡Cómo no!

Y declaré bajo juramento todo lo que narré en mi artículo anterior. Incluido el hallazgo del pituto y su destino de inodoro.

Acerca del pituto, Molina Pico me preguntó si podía ubicar a mi hermano John para tomarle testimonial. Lo llamo. Lo espero junto al fiscal para evitar cualquier suspicacia. John declara, y no sólo cuenta lo del pituto: ¡lo dibuja!

Noviembre 14. Pedido de autopsia.

Llego a la fiscalía con el escrito en el que Carlos pide la autopsia. Me lo rechaza porque el abogado no había pagado un bono. Me ocupo de los trámites para pagar el bono. Vuelvo a la fiscalía. Pero, ínterin, Molina Pico incorpora a la causa su pedido de autopsia: ambos tienen fecha 14 de noviembre del 2002.

Diálogo textual con Molina Pico en la Fiscalía a eso de las siete de la tarde de ese mismo día:

—Te noto preocupado –le digo.
—Sí, estoy preocupado. Es por la autopsia. Vos sabés cómo es… A María Marta la van a destripar, y me preocupa lo que pueda decir tu padre…
—¡Me estás jodiendo! Vos tenés que cumplir con tu obligación. Es lo que querría papá.

Juro que no podía creer lo que había oído…





lunes, 8 de enero de 2018

En primera persona: "Cómo me enteré de la muerte de mi hermana"

Por Horacio García Belsunce

A eso de la ocho de la noche del domingo me llama mi hermana Irene. Está sollozando. Alcanzo a oír algo terrible:

–María tuvo un accidente muy grave en la bañadera…
–Pero… ¿cómo está?
–(Llorando sin consuelo) No se pudo hacer nada… Los médicos hicieron todo lo que pudieron… ¡Se murió! Avisale a tu padre…

No pude seguir hablando. No podía ser cierto. Quedé atontado, sin reacción, como nocaut. Solo podía llorar. Pensé: "Tengo que contárselo a papá". Pero no me animé. Solo con mi dolor, junté fuerzas y llamé a Marialita, la mujer de papá, le conté como pude, y me dijo:

–¡Salimos para Carmel!

Yo estaba solo en casa y sin auto: se lo había llevado al teatro Leila, mi mujer. Llamé a mi amiga Susana Cepeda Kennedy, que vivía a la vuelta de casa, y le conté:

–Voy para allá y te llevo a Carmel.

Llovía. Primero pasamos por el teatro: la obra había terminado, pero Leila ya se había ido a llevar a unas amigas de nuestra hija Victoria. Llegó apenas unos minutos después. La abracé, le conté, y salimos volando para Carmel.

Manejó Leila. Yo no podía…

Llegamos pasadas las nueve de la noche. Había mucha gente, pero ya no quedaban médicos ni ambulancias.
Subí las escaleras para ir al dormitorio. María Marta estaba en el piso, con la mitad del cuerpo en el baño y la otra mitad en el dormitorio. En el mismo lugar –me dijeron– en que la había puesto Carlos (Carrascosa) después de encontrarla a horcajadas en la bañadera.
Me arrodillé a su lado. La miraba y no podía creerlo. La acaricié y la besé. No vi en su cara nada que llamara la atención. ¿Cómo pudo pegarse semejante golpe?
Sentados en el piso, apoyados contra la pared que daba al baño, estaban mamá, mi hermana María Laura, y Dino, mi padrastro.

Mamá me consolaba:

–Quedate tranquilo, Horacito, que ya se va a despertar.

María Laura la agarraba de la mano.
Dino tranquilizaba a mi mamá.
Todo era horriblemente real y extrañamente irreal.
Las imágenes de ese domingo pasaron muy veloces por mi cabeza. Imágenes normales, banales. Desayuné, leí La Nación, hice el crucigrama. Nada especial. O algo, sí: a la tarde jugaban River y Boca…, y Leila, mi mujer, actuaba en la obra anual que hacen los padres del Colegio Saint Mary, donde va mi hija Victoria. Almorcé con Ignacio, mi hijo. Y creo que dormí la siesta…
Pero ahora ya es de noche, casi las once, y María Marta está muerta, y los recuerdos no dejan de desfilar…. Más allá de las normales peleas entre hermanos, mi relación con ella fue fantástica. Como yo no tenía un hermano varón, ella me hacía la gamba… Se ponía de arquera, o me pateaba al arco…
En cambio, con María Laura me peleaba mucho, y María Marta actuaba como componedora.
Crecimos, hubo novios, novias…

En julio de 1971, María Marta se casó con Carlos…
Siempre la admiré por su inteligencia. Se recibió de socióloga. Me acompañó en todos mis proyectos
periodísticos. ¡Más de diez años! Pero le costaba mucho seguir: su trabajo solidario en Missing Children y su programa de radio en Pilar la absorbían mucho…

Las horas pasan y sigo atónito, triste, lloroso, desecho. Sentía que me dolía el alma…

¿Cómo era María Marta? Muy reservada. Rara vez contaba sus cosas. Pero sus consejos eran muy sabios. Le encantaba ser vicepresidenta de Missing Children.

No puedo creer que esté muerta. La extraño mucho… Pero tengo que reaccionar. Salir del shock. Me levanté y fui a verlo a papá. Estaba sentado en el sofá del antedormitorio con su mujer, Marialita.
Devastado, sin reacción, preguntaba qué había pasado, por qué estaba ahí, decía que no podía ser que María Marta estuviera muerta, que los hijos no pueden morir antes que los padres…

¿Y Carlos, qué? Cuando lo vi, después de abrazarlo, le pregunté:
–Gordo, ¿qué pasó?

Pero era un ente sin reacción. Hasta que me dijo:
–Fue accidente, me dijeron los médicos, y no hubo nada que hacer.
No pudo hablar más.
Y tampoco le pregunté.
Sé que amaba a María Marta. Que se conocieron de chicos. Cuando se casaron, María Marta tenía dieciocho años.
No los recuerdo discutiendo. Jamás. Eran el uno para el otro.

Ya alta la noche, todo se agita. Bajo, y en el living me cruzo con Sergio Binello, amigo íntimo de Carlos y María Marta. Hablaba por el celular. Me dice:
–Horacito, está viniendo la policía…

Me asombro. ¿Por qué, si fue un accidente hogareño? Yo no tenía ninguna duda. Y le digo:

–Dejá, yo me ocupo.

Lo llamé al comisario Casafús, con el que hablábamos casi todos los días. Y justo ese domingo, porque él es bostero, y yo, gallina.
Me atendió. Como pude, le conté lo que había pasado, y le dije textualmente y llorando:

–Por favor, si vienen, que tengan consideración y discreción, por el estado de shock en el que estamos todos, y sobre todo mis padres.

Lo juro: jamás tuve intención de impedir que actuara la policía. Es más: en su primer testimonio, el 13 de diciembre de 2002, Casafús declaró bajo juramento exactamente lo que le dije.

Después, cuando empiezan a embarrar la cancha, lo echan de la policía por sospechas de enriquecimiento ilícito, elige culparme de sus males, y cambia su declaración para ensuciarme, injuriarme, y calumniarme…

Pasadas las once de la noche me llama John (Juan Hurtig, mi hermano), y me dice:

–Vení al baño. Quiero mostrarte algo que encontramos cuando levantamos a María Marta para llevarla a la cama.
Voy. En el baño estaban Yayo, mi cuñado, el marido de María Laura, Dino, mi padrastro, y John.

Me muestran un pedacito de metal color gris, achatado en una de sus puntas. Los miro. Les pregunto para qué me llamaron, y qué era eso. No tenían idea.

–Lo encontramos debajo del cuerpo de María Marta…

Por su forma me pareció un pituto. Como llamo a cualquier cosa cuyo nombre no conozco… Por ejemplo, a los sostenes de los estantes de las bibliotecas.
Lo llamamos y se lo mostramos a Carlos: él tampoco sabía qué era.
Revisé los estantes del mueble que está debajo del lavabo del baño. No faltaba ningún sostén.
Nos imaginamos que era algo de los médicos, perdido mientras trataban de reanimar a María Marta, eso nos dijo Carlos que estuvo solo unos segundos y se fue.
Nos miramos, nos pareció lógico y decidimos tirarlo. John lo tiró al inodoro…

Alrededor de las 3 AM del 28 de octubre me fui a casa a descansar para volver a la mañana del día siguiente.

En la próxima entrega les contaré del 28 de octubre, un día clave.